Entre el amor y el dinero: ¿qué es lo que une a los clubes con su afición?

Entre el amor y dinero: ¿qué es lo que une a los clubes con su afición?

José M. Sánchez


Se ha venido difundiendo la noticia de que el club de fútbol profesional Monarcas Morelia cambiará su ciudad sede a Mazatlán, Sinaloa. La noticia no ha caído bien a su afición quienes salieron a manifestar su desacuerdo a las calles de la capital michoacana. Diferentes personajes del medio futbolístico nacional (ex jugadores y periodistas) critican la decisión del club bajo el argumento de que una medida como esa representa un certero golpe a la afición que durante años apoyó a su equipo. Y no es para menos. Los que amamos el deporte profesional (sea fútbol o cualquier otro) sabemos que como aficionados entregamos mucho más que el costo de un boleto de entrada cada vez que vemos jugar a nuestro equipo. ¡Los aficionados también entregamos cariño!

Me parece que la noticia del cambio de ciudad de la ex “monarquía” nos invita a reflexionar sobre la ambigua relación que se establece entre los clubes profesionales y su afición. Digo “ambigua” porque esta clase de situaciones nos dejan en claro que mientras que la afición puede adoptar a un club y generar hacia éste toda clase de empatía, culto o compromiso, el club toma decisiones a su conveniencia y deja a su afición en segundo plano. Por lo tanto, la relación entre ambos no es simétrica. Es una relación donde una de las partes demuestra cada quince días que desea continuarla, mientras que la otra parte no “abre de capa” sus intenciones hasta no ver lo que más le conviene. 

Si bien los dueños de los clubes tienen el derecho a cuidar sus intereses monetarios, ¿dónde quedan los derechos de la afición? ¿o acaso no los tiene? Estas preguntas me hacen reflexionar respecto al valor social del espectáculo deportivo. El espectáculo deportivo encuentra su razón de ser en el público que lo admira. Sin público el espectáculo sencillamente no emerge. Piense usted en lo absurdo que sería mantener una liga sin aficionados en las gradas ni siguiendo la transmisión por televisión o medios digitales. ¿Qué patrocinador estaría interesado en invertir en un negocio en el que su marca no recibiera ningún beneficio? Y sin patrocinadores, ¿qué club deportivo podría asegurar su supervivencia? 

Si el espectáculo deportivo sólo puede surgir en presencia del aficionado, entonces en cierta medida le pertenece. Es el aficionado quien mantiene la historia de los grandes clubes y el que dota de valor y admiración a sus figuras. Es la afición la que habla toda la semana de su equipo favorito y la que día con día está al pendiente de las noticias deportivas. Por lo tanto la afición debería de tener, al menos, el derecho a ser escuchada antes de que los dueños de clubes tomaran sus decisiones.  

Sin embargo, creo que esto no será posible mientras la relación entre clubes y afición continúe siendo de doble naturaleza: el club se siente unido a su afición en el sentido de que la concibe como un mercado en donde vender su producto; en cambio, la afición se siente unida a su club porque ve representados sus ideales en cada partido de su equipo. El sentimiento de la afición por cada triunfo de su equipo tiene un valor que rebasa por mucho el valor del boleto. Por lo tanto, la relación que ve el club es de índole estrictamente comercial, mientras que la relación que ve el aficionado es de carácter sentimental. 

Entonces, cuando se toma la decisión de un cambio de ciudad, ¿quién pierde más, los que cierran un mercado para abrir otro, o los que dejaron en cada partido sus risas, sus gritos y sus ilusiones?  



        
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José Manuel Sánchez es Mtro. en Psicología deportiva por la UNED y el Comité Olímpico Mexicano. Es director de Depsic Psicología y Alto Rendimiento SC y conferencista. Actualmente coordina el área de Psicología del club Leones Negros de la UDG y es profesor de la Escuela Nacional de Directores Técnicos (ENDIT).

Twitter: @josemapsic

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