Temer o no temer, ¡he ahí el dilema!

TEMER O NO TEMER… ¡HE AHÍ EL DILEMA!
Psic. José Manuel Sánchez Durón
Depsic Psicología y Alto Rendimiento S.C.
 
El temor es una sensación perturbadora. Cuando tememos, parece que la vida es diferente, pues nos invade una angustia profunda que nos sumerge en dimensiones desconocidas en las que no sabemos cómo actuar, ni tenemos la certeza de lo que pueda ocurrir. El miedo es tomar conciencia de que se ha abierto la puerta que libera nuestros demonios…

Recuerdo que uno de mis primeros temores –por lo menos de los que recuerdo- lo tuve al cursar la escuela primaria. Como era costumbre en mi familia, mi madre nos llevaba todos los días a la escuela cuando mis hermanos y yo éramos niños. Pero repentinamente algo pasó en mi vida. Cuando cursaba el tercer o cuarto grado comencé a experimentar temor cuando mi madre me dejaba en la puerta de entrada de la escuela. Algunos metros antes de llegar a dicha puerta, yo comenzaba a ponerme mal, temblaba y me inundaba una angustia que me llevaba hasta las lágrimas.
 
¿Miedo a mi maestra? No lo creo, después de todo yo era buen estudiante y sacaba buenas notas, y mis maestras solían tenerme en buena estima; ¿miedo a compañeros? Descartado, no recuerdo ningún caso de abuso o de conflicto serio con alguno de ellos. Por el contrario, puedo decir que siempre estuve rodeado de amigos. ¿Miedo al abandono? Tal vez, era una especie de conflicto por no querer alejarme de mi protectora madre aunque yo siempre haya estado consciente de que ella volvería a la hora de salida. Por lo menos -para mi fortuna- siempre cumplió su palabra de regresar por mí.

Quizá desde entonces he tenido un peculiar interés por el tema de los temores humanos, y particularmente por los temores de competencia como los que se viven en el deporte. Por supuesto que los temores son reacciones muy complejas como para comprenderlas cabalmente (al igual que lo son todos los mecanismos psicológicos), pero por lo menos podemos identificar algunos aspectos generales que pueden sernos de gran utilidad para tratar de controlarlos. Después de todo, una persona que actúa con temor (como por ejemplo el deportista que compite con miedo), se comportará de una manera inestable, insegura, y esto repercutirá negativamente en su desempeño, por lo cual será muy poco probable que alcance las metas que persigue en su vida.

Así que comencemos por señalar dos aspectos que considero básicos en el tema de los temores y luego analizaremos lo que ocurre particularmente con los que se experimentan en las competencias deportivas.   

Primeramente diré que toda persona consciente (o como se dice coloquialmente, en sus 5 sentidos) experimenta temor a algo. Por ejemplo, el temor es una reacción natural al peligro. Podríamos decir que en cierto sentido el temor es un mecanismo de autoprotección porque nos hace evitar aquello que puede dañarnos. Así que en mi opinión el temor es una reacción NORMAL, y que no deberíamos de avergonzarnos por experimentarlo de vez en cuando. 
 

Pero este tema se vuelve más interesante cuando analizamos un poco más a detalle qué es lo que nos hace temer. Acabo de decir en el párrafo anterior que el peligro o lo que puede dañarnos es algo que puede generarnos temor. Pero eso es una opinión muy general pues si reflexionamos un poco podremos darnos cuenta de que, aunque puede haber algunos peligros a lo que temamos todos los seres humanos (por ejemplo perder a un ser querido), la gran mayoría de temores son más bien particulares. Cada quien teme a algo distinto y va por la vida cargando sus propios miedos. Habrá quien tema a la obscuridad, a las arañas, a la soledad, a la escuela, a la gente, a los perros, a la infidelidad, a las alturas, etc. Pero por lo regular nadie experimenta miedo a todo, sino que cada quien tenemos nuestros propios miedos.

Aquí llegamos a un punto particularmente relevante. Si cada quien tiene sus propios miedos que son diferentes a los de otras personas, entonces muy probablemente tales miedos tengan una relación estrecha con la historia de vida de cada uno. En otras palabras, nuestras experiencias personales de alguna u otra manera habrían ido moldeando los miedos que nos acechan a cada quien. Puesto que dos personas tienen diferentes experiencias a lo largo de su vida, entonces desarrollarán temores a diferentes situaciones.

Me parece que lo que acabo de decir tiene suficiente sentido como para ser comprendido fácilmente. Aún así, señalaré un punto en el que quiero poner énfasis. Si decimos que los temores se generan en la historia de cada quien, entonces podemos afirmar que los temores son algo APRENDIDO, y no algo con lo que cada uno “ya vino de fábrica” (nació).  Creo que todos nosotros hemos visto como se comportan los niños pequeños ante los peligros. Simplemente los ignoran, los “pasan por alto”. El niño que apenas comienza a caminar tratará de trepar a cualquier sitio, de meter una mano a un sartén hirviendo, de meterse a una lavadora, de agarrar un insecto venenoso, etc., sin reparar en las consecuencias que esto pueda traerle. Todo niño pequeño, como lo fuimos tú y yo, es valiente y atrevido, en el sentido de que tratará de hacer cosas que un adulto no haría por miedo.

Por lo tanto, creo que podemos tener buenas expectativas respecto a nuestros miedos. Si yo no nací temiendo a algo, sino que aprendí a temerle, entonces igualmente puedo aprender a dejarle de temer. Muy diferente hubiera sido el caso si comprobáramos que los temores son algo con lo que se nace, algo genético. Si ya viniéramos “programados” de nacimiento  para temer, entonces poco podríamos hacer para superar los miedos. En cambio, lo que una vez se adquirió también puede soltarse, porque aquello no está sujetado a nosotros.

Podemos poner mil ejemplos de miedos que han sido superados en la historia de la humanidad. Mientras que en la antigüedad se le temía al fuego, a las tormentas, o a los relámpagos, ahora sabemos que todas éstas son manifestaciones de la naturaleza con las que podemos convivir perfectamente sin poner en riesgo nuestra vida. Más aún usted y yo hemos ido superando muchos miedos que fuimos adquiriendo desde pequeños. Aprendemos a temerle a los exámenes y luego aprendemos a tomarlos como un simple trámite administrativo para cumplir con algún requerimiento. Aprendemos a temer a las albercas y luego aprendemos a disfrutarlas. Aprendemos a tener miedo a la soledad y terminamos descubriendo que la soledad es una excelente ocasión para descansar o hacer algo que nos guste. Aprendemos a temer al rechazo de aquélla persona que amamos pero luego descubrimos que aún en su ausencia podemos ser felices con otra persona. Aprendemos a temer de la diabetes para luego aprender a vivir con ella como algo inevitable pero llevadero. Podemos escribir gran cantidad de ejemplos. Piense usted en todas las cosas que temía de pequeño(a) y luego dígase cuántos de esos temores aún perduran.

Vamos al deporte. Opino que todo deportista aprende en algún momento de su formación a temer al fracaso, a los oponentes, a la derrota, a la desilusión, etc. Una vez más, estoy seguro que ningún deportista nació con esos temores, pero su entorno (entrenadores, padres, compañeros, etc.) lo entrenó para temer. Por supuesto que no estoy diciendo que ese entorno genere tales temores de manera intencional, pero sí opino que muchas veces la presión y exigencia que puede llegar a tener un joven deportista pueden ocasionarle el comenzar a temer a algo que antes disfrutaba, la competencia.


¿Qué podemos hacer ante esta circunstancia? Mucho. Si tú eres un atleta, y te has visto en estas circunstancias de temer a tu rival o a un mal desempeño en tu próxima competencia, aquí te presento una guía que puede ayudarte.

a) No tengas miedo a tener miedo. El deporte está lleno de “buenos consejos” que dan los entrenadores y padres de familia. Se le dice al deportista que no debe temer, que debe de ser valiente y que debe de ser invencible. Desafortunadamente, cuando se le dice al deportista todo lo que “debe” de sentir (por ejemplo confianza en sí mismo), no se le dice que hacer en caso de que el día de la competencia no sienta aquello. Por consiguiente, el deportista con temores o inseguridades –que como ya dije son algo normal- se sentirá aún peor por no sentir lo que debería. Esos deportistas se van en picada. En cambio, si te haces a la idea de que es obvio llegar con algunos temores o inseguridades a una competencia  debido a que desde pequeño(a) tu entorno te entrenó a temer, entonces vas a reducir tu ansiedad. Como lo diré más adelante, un temor al inicio de una competencia no indica forzosamente que vas a tener un mal desempeño.

b) Recuerda que el temer, después de todo, tiene sus beneficios. Quien teme suele estar alerta, mucho más alerta que quien se confía de más. Así, aprovecha los beneficios del temor ya que eso te ayudará a estar más “despierto(a)”.

c) Por supuesto, un miedo intenso no es algo útil en una competencia. Una persona en estado de pánico simplemente se paraliza y no actúa. Así que, aunque he dicho que es normal tener algunos temores, y que hasta pueden ser útiles para un estado de alerta, también te digo que hay que aprender a “mantenerlos a raya”, controlarlos. Al principio anticipé una de las claves para controlar el miedo. ¿Recuerdas que dije que los humanos tememos al peligro o a lo que pueda dañarnos? Pues bien, una persona superará un miedo cuando  se dé cuenta de que aquello a lo que antes temía en realidad no es “tan peligroso”. Por ejemplo, estar pro presentar un examen para solicitar un empleo que consideras que puede asegurar tu futuro económico. Tienes miedo de reprobarlo porque en caso de no aprobar te verás en una crisis por falta de empleo y dinero. No puedes dormir la noche anterior pensando en lo que se puede venir si repruebas. Pero llegas a tu examen y descubres que en realidad sabes todas las respuestas. En ese momento te cambia la perspectiva. Sabes que puedes aprobar y con una muy buena calificación. Completas el examen sin problema y hasta lo disfrutas. Algo parecido les pasa a miles de deportistas, desde antes de enfrentar a sus rivales ya los están considerando difíciles. Y aquí ocurre algo curioso, muchos deportistas sobrevaloran a sus rivales, esto es, les atribuyen cualidades “de más”. Si bien es cierto que al rival nunca hay que minimizarlo, tampoco hay que sobrevalorarlo.
 
Reconoce y estudia sus cualidades para contra restarlo, pero nunca le inventes más cualidades de las que tiene. En conclusión, nunca llegues a una competencia pensando que lucharás contra Supermán o Supergirl. Hasta los atletas más capaces tienen sus puntos débiles y tú podrás atacar ahí si vas bien preparado. Entonces, el miedo se empieza a combatir en tus entrenamientos, cuando trabajas a detalle todas las estrategias para atacar en lo que consideras que puede ser más débil tu rival.  Quien llega a una competencia consciente de que ha preparado todo lo que tenía que preparar, podrá sentirse mucho más confiado en su propia capacidad en lugar de enfocarse en las del rival.

d)  Ahora bien, y como ya te lo dije antes, lo más relevante no es que llegues sin ningún temor ya que los temores “iniciales” no son los que determinarán el resultado. Lo verdaderamente importante es cómo vas regulando tus emociones sobre la marcha, ya iniciada la competencia. Eso es lo que más importa.  Así que una vez más, no te preocupes si previo al arranque tienes algún temor. Enfoquémonos en lo que harás ya compitiendo. Por supuesto que las estrategias a emplear ya sobre la marcha de la competencia dependerán del tipo de deporte del que cada quien practique. En los deportes de contacto podrás ir midiendo a tu rival en la medida que vas presentándole ciertos golpes ó llaves, ó en la medida que descubres que eres más rápido que él. En los deportes de pelota como por ejemplo el fútbol tomarás confianza en la medida que veas que eres capaz de cortar todos los avances del rival y de generarle peligro en su arco. Entonces, la tarea consiste en que entiendas que te hagas a la idea de llegar a estudiar al rival y a evidenciar sus puntos débiles, no importando si lo veías superior o no ó si te sientes nervioso. Al enfocarte en lo que vas notando en tu rival lograrás olvidarte de tus propias emociones de ansiedad o temor.  

e)  Para lograr lo anterior, será crucial que tu pensamiento sea claro y no te “vuelvas loco(a)” cuando compites. Regularmente, cuando comienza la competencia uno reduce su ansiedad y eso nos permite pensar mejor. Pero también puedes entrenarlo. Introduce en tus entrenamientos situaciones de estrés que te obliguen a mantener la “cabeza fría”. Puedes inventar muchas formas. E igualmente, acostúmbrate a enfrentar las diversas situaciones de tu vida cotidiana de la misma manera. Si te quedas sin dinero, si se descompone el refrigerador o el auto, si  repruebas una materia escolar, si tu pareja te abandona, si tienes a un familiar enfermo, si tienes una pelea con tus padres, etc. Todas estas situaciones están poniendo a prueba tu capacidad de mantener la cordura y pensar fríamente, no las desaproveches. Creo que es más fácil que, una persona que aprende a enfrentar las adversidades de la vida analizándolas y actuando sin vacilar, logre hacer lo mismo cuando compite que una persona que ante los problemas de la vida pierde la cabeza fácilmente.

Finalmente, te quiero dejar una reflexión. Alguien dijo alguna vez que en el deporte, el ganar es lo único que importa. Pero esta opinión me parece algo confusa. Yo digo que más bien… depende. Por ejemplo, desde un punto de vista económico es obvio que el ganar es el objetivo único ya que quizá un premio en efectivo ó una beca sólo se le entregue a quien gane. Pero ese no es el único objetivo que se persigue en el deporte. Otros objetivos igualmente importantes son el adquirir aprendizaje y experiencia, el ensayar estrategias, el dominar los gestos técnicos, el mantenerse activo, etc. Y regularmente todo esto se adquiere aún sin ganar todas las competencias. El punto es, que no pierdas de vista que aún en la derrota la vida no se acaba. En el caso quizá más extremo podríamos hablar del deporte Olímpico, en el que muchos se preparan por años para llegar a una competencia mundial en la que solamente serán premiados tres. ¿Dónde quedan los sufrimientos, lágrimas, sudor, alegrías, frustraciones y demás de todos los cientos  de atletas que no obtuvieron medalla en un ciclo Olímpico? ¿Son emociones, tiempo y recursos tirados a la basura? Por supuesto que no. Todo ha valido la pena porque en todo atleta quedan una suma de experiencias y aprendizajes que pocos humanos llegan a tener en sus vidas.
 
Con esto no quiero decir que seamos conformistas. Pero una cosa es anhelar el triunfo y otra muy distinta es convencerse de que es lo único valioso. Desde un punto de vista psicológico esta diferencia es crucial. Cuando me convenzo de que lo único que me conservará mi prestigio, mi autoestima, mi valía como persona y mi reconocimiento es el ganar, entonces mi temor se eleva porque estoy poniendo mucho en juego. En cambio cuando sé que lo que está en juego es una competencia pero no mi valía personal entonces mi temor se reduce considerablemente. Así que yo te pregunto, ¿cuáles objetivos buscas tú al competir?, ¿qué cosas crees que están en juego cuando compites?, ¿en verdad son tus pequeños temores algo que te deba quitar el sueño?...

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