Conócete a ti mismo y resistirás la adversidad

Conócete a ti mismo y resistirás la adversidad
Psic. José Manuel Sánchez Durón 
Depsic Psicología y Alto Rendimiento S.C.

En los más de 15 años que tengo desempeñándome como psicólogo deportivo, he podido constatar que hay ciertos aspectos que resultan fundamentales para el éxito deportivo ya sea de deportistas infantiles o de alto rendimiento. Uno de estos aspectos lo es sin duda la capacidad que el deportista desarrolle para hacer frente a la adversidad. Algunos autores utilizan el término de “resiliencia” para referirse a dicha capacidad. Por ejemplo,  Paulus  y su equipo de colaboradores  definieron la resiliencia como la habilidad de adaptarnos positivamente al estrés, trauma y la adversidad, situaciones que todos sabemos que ocurren en el deporte.

         Ahora bien, lo que no todos sabemos es cómo explicar el hecho de que algunas personas muestran una gran capacidad de afrontamiento a la adversidad mientras que algunas otras se derrotan con relativa facilidad. ¿Qué es lo que determina que una persona no se rinda?, ¿podemos desarrollar la resiliencia en deportistas derrotistas?  

          A lo largo de la historia del deporte se han formulado diferentes respuestas a las preguntas anteriores, respuestas que van desde el sentido común hasta las que se apoyan en evidencia científica. Así, hay quienes afirman que basta con que un deportista “se proponga” conseguir sus objetivos a costa de lo que sea, como si el solo hecho de proponérselo bastara para ser capaces de hacerle frente a cuanto obstáculo surgiera en el camino. Si bien es cierto que muchos deportistas exitosos se han propuesto conseguir sus metas y lo han logrado, también es cierto que muchos más también se lo han propuesto y no han tenido la misma fortuna. Al menos en materia de logros deportivos a largo plazo, es obvio que el poder de nuestros deseos es más bien limitado si no se cumplen también otras condiciones.

Otra posible explicación de la resiliencia en el deporte está basada en el mecanismo de la imitación. Desde este punto de vista, un deportista puede ser resistente a la adversidad a partir de que lo ha aprendido de otras personas, mismas que pueden ser otros deportistas o personas significativas como sus padres, abuelos, etc. La explicación a partir del mecanismo de imitación parece más sensata que la que acabo de mencionar (la de solo “proponérselo”) desde que existe considerable evidencia de que los humanos somos seres que efectivamente aprendemos mucho de nuestro comportamiento mediante la imitación de otros. Sólo por mencionar un ejemplo, el psicólogo Albert Bandura comprobó hace décadas que niños a los cuales se les habían mostrado videos de una persona agrediendo a un muñeco inflable repetían ese mismo comportamiento cuando tenían la oportunidad de jugar con dicho muñeco. Ese comportamiento agresivo no lo mostraban otros niños que no habían visto los videos. 

Los avances neurológicos de nuestro tiempo nos permiten también explorar nuevas explicaciones a mecanismos psicológicos tan complejos  como el de la resiliencia. Por ejemplo, los autores que mencioné más arriba publicaron un interesante artículo titulado “When the brain does not adequately  feel the body: links between low resilience and interoception” (“Cuando el cerebro no siente el cuerpo adecuadamente: relaciones entre baja resiliencia e interocepción”). En dicho artículo, los autores proponen que las personas con baja resiliencia poseen una menor sensibilidad interoceptiva, esto es, una menor capacidad de reconocer las sensaciones de su propio cuerpo, en comparación a personas de media o alta resiliencia. Al poseer menor capacidad de reconocer las propias sensaciones corporales, estas personas tendrían dificultad para predecir cómo se encontrarán físicamente si se exponen a  situaciones estresantes durante cierto tiempo, y eso les obligaría a activar un mayor número de áreas cerebrales que aquéllas personas que –al poseer suficiente información sensorial del estado de su cuerpo- son más capaces de predecir acertadamente cómo va a reaccionar su cuerpo si continúan en el esfuerzo de seguir adelante. 

La hipótesis de estos autores me resulta sumamente gratificante. En mi opinión, una de las cosas que más exige el deporte es que el deportista conozca a plenitud las sensaciones que le brinda su propio cuerpo. Si un gimnasta no siente la fuerza de sus piernas no tendrá la confianza de intentar un salto mortal, y si un tenista no sabe donde se encuentra su mano que empuña la raqueta no podrá dar el golpe exacto a la pelota tan pronto ésta se coloque en la posición ideal. En otras palabras, no es posible ningún movimiento corporal preciso si no es antecedido por la sensación adecuada. Para cualquier gesto deportivo, sensación y movimiento son los dos componentes indisociables que lo articulan. Por lo tanto, si la sensación no es la adecuada o resulta insuficiente, la capacidad de respuesta del atleta será menor pues no podrá confiar en sí mismo bajo la presión de situaciones amenazantes. 

         Por lo tanto, entrenadores y profesionales de las ciencias del deporte, tenemos  el reto de ayudar al deportista a que reconozca su sensibilidad interna, su interocepción, el abanico de sensaciones que le brinda en todo momento su propio cuerpo. Sólo quien se conoce internamente podrá tener la suficiente entereza para poder conquistar los retos de su mundo exterior…
  


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José Manuel Sánchez Durón es Psicólogo formado en la Universidad Autónoma de Aguascalientes, UDG y Comité Olímpico Mexicano. Es director de la consultora Depsic Psicología y Alto Rendimiento SC., capacitador y conferencista, con intereses en áreas de Psicología, Emprendimiento, Deporte, Alto Rendimiento Humano y Artes.

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