Temer o no temer, ¡he ahí el dilema!

TEMER O NO TEMER… ¡HE AHÍ EL DILEMA!
Psic. José Manuel Sánchez Durón
Depsic Psicología y Alto Rendimiento S.C.
 
El temor es una sensación perturbadora. Cuando tememos, parece que la vida es diferente, pues nos invade una angustia profunda que nos sumerge en dimensiones desconocidas en las que no sabemos cómo actuar, ni tenemos la certeza de lo que pueda ocurrir. El miedo es tomar conciencia de que se ha abierto la puerta que libera nuestros demonios…

Recuerdo que uno de mis primeros temores –por lo menos de los que recuerdo- lo tuve al cursar la escuela primaria. Como era costumbre en mi familia, mi madre nos llevaba todos los días a la escuela cuando mis hermanos y yo éramos niños. Pero repentinamente algo pasó en mi vida. Cuando cursaba el tercer o cuarto grado comencé a experimentar temor cuando mi madre me dejaba en la puerta de entrada de la escuela. Algunos metros antes de llegar a dicha puerta, yo comenzaba a ponerme mal, temblaba y me inundaba una angustia que me llevaba hasta las lágrimas.
 
¿Miedo a mi maestra? No lo creo, después de todo yo era buen estudiante y sacaba buenas notas, y mis maestras solían tenerme en buena estima; ¿miedo a compañeros? Descartado, no recuerdo ningún caso de abuso o de conflicto serio con alguno de ellos. Por el contrario, puedo decir que siempre estuve rodeado de amigos. ¿Miedo al abandono? Tal vez, era una especie de conflicto por no querer alejarme de mi protectora madre aunque yo siempre haya estado consciente de que ella volvería a la hora de salida. Por lo menos -para mi fortuna- siempre cumplió su palabra de regresar por mí.

Quizá desde entonces he tenido un peculiar interés por el tema de los temores humanos, y particularmente por los temores de competencia como los que se viven en el deporte. Por supuesto que los temores son reacciones muy complejas como para comprenderlas cabalmente (al igual que lo son todos los mecanismos psicológicos), pero por lo menos podemos identificar algunos aspectos generales que pueden sernos de gran utilidad para tratar de controlarlos. Después de todo, una persona que actúa con temor (como por ejemplo el deportista que compite con miedo), se comportará de una manera inestable, insegura, y esto repercutirá negativamente en su desempeño, por lo cual será muy poco probable que alcance las metas que persigue en su vida.

Así que comencemos por señalar dos aspectos que considero básicos en el tema de los temores y luego analizaremos lo que ocurre particularmente con los que se experimentan en las competencias deportivas.   

Primeramente diré que toda persona consciente (o como se dice coloquialmente, en sus 5 sentidos) experimenta temor a algo. Por ejemplo, el temor es una reacción natural al peligro. Podríamos decir que en cierto sentido el temor es un mecanismo de autoprotección porque nos hace evitar aquello que puede dañarnos. Así que en mi opinión el temor es una reacción NORMAL, y que no deberíamos de avergonzarnos por experimentarlo de vez en cuando. 
 

Pero este tema se vuelve más interesante cuando analizamos un poco más a detalle qué es lo que nos hace temer. Acabo de decir en el párrafo anterior que el peligro o lo que puede dañarnos es algo que puede generarnos temor. Pero eso es una opinión muy general pues si reflexionamos un poco podremos darnos cuenta de que, aunque puede haber algunos peligros a lo que temamos todos los seres humanos (por ejemplo perder a un ser querido), la gran mayoría de temores son más bien particulares. Cada quien teme a algo distinto y va por la vida cargando sus propios miedos. Habrá quien tema a la obscuridad, a las arañas, a la soledad, a la escuela, a la gente, a los perros, a la infidelidad, a las alturas, etc. Pero por lo regular nadie experimenta miedo a todo, sino que cada quien tenemos nuestros propios miedos.

Aquí llegamos a un punto particularmente relevante. Si cada quien tiene sus propios miedos que son diferentes a los de otras personas, entonces muy probablemente tales miedos tengan una relación estrecha con la historia de vida de cada uno. En otras palabras, nuestras experiencias personales de alguna u otra manera habrían ido moldeando los miedos que nos acechan a cada quien. Puesto que dos personas tienen diferentes experiencias a lo largo de su vida, entonces desarrollarán temores a diferentes situaciones.

Me parece que lo que acabo de decir tiene suficiente sentido como para ser comprendido fácilmente. Aún así, señalaré un punto en el que quiero poner énfasis. Si decimos que los temores se generan en la historia de cada quien, entonces podemos afirmar que los temores son algo APRENDIDO, y no algo con lo que cada uno “ya vino de fábrica” (nació).  Creo que todos nosotros hemos visto como se comportan los niños pequeños ante los peligros. Simplemente los ignoran, los “pasan por alto”. El niño que apenas comienza a caminar tratará de trepar a cualquier sitio, de meter una mano a un sartén hirviendo, de meterse a una lavadora, de agarrar un insecto venenoso, etc., sin reparar en las consecuencias que esto pueda traerle. Todo niño pequeño, como lo fuimos tú y yo, es valiente y atrevido, en el sentido de que tratará de hacer cosas que un adulto no haría por miedo.

Por lo tanto, creo que podemos tener buenas expectativas respecto a nuestros miedos. Si yo no nací temiendo a algo, sino que aprendí a temerle, entonces igualmente puedo aprender a dejarle de temer. Muy diferente hubiera sido el caso si comprobáramos que los temores son algo con lo que se nace, algo genético. Si ya viniéramos “programados” de nacimiento  para temer, entonces poco podríamos hacer para superar los miedos. En cambio, lo que una vez se adquirió también puede soltarse, porque aquello no está sujetado a nosotros.

Podemos poner mil ejemplos de miedos que han sido superados en la historia de la humanidad. Mientras que en la antigüedad se le temía al fuego, a las tormentas, o a los relámpagos, ahora sabemos que todas éstas son manifestaciones de la naturaleza con las que podemos convivir perfectamente sin poner en riesgo nuestra vida. Más aún usted y yo hemos ido superando muchos miedos que fuimos adquiriendo desde pequeños. Aprendemos a temerle a los exámenes y luego aprendemos a tomarlos como un simple trámite administrativo para cumplir con algún requerimiento. Aprendemos a temer a las albercas y luego aprendemos a disfrutarlas. Aprendemos a tener miedo a la soledad y terminamos descubriendo que la soledad es una excelente ocasión para descansar o hacer algo que nos guste. Aprendemos a temer al rechazo de aquélla persona que amamos pero luego descubrimos que aún en su ausencia podemos ser felices con otra persona. Aprendemos a temer de la diabetes para luego aprender a vivir con ella como algo inevitable pero llevadero. Podemos escribir gran cantidad de ejemplos. Piense usted en todas las cosas que temía de pequeño(a) y luego dígase cuántos de esos temores aún perduran.

Vamos al deporte. Opino que todo deportista aprende en algún momento de su formación a temer al fracaso, a los oponentes, a la derrota, a la desilusión, etc. Una vez más, estoy seguro que ningún deportista nació con esos temores, pero su entorno (entrenadores, padres, compañeros, etc.) lo entrenó para temer. Por supuesto que no estoy diciendo que ese entorno genere tales temores de manera intencional, pero sí opino que muchas veces la presión y exigencia que puede llegar a tener un joven deportista pueden ocasionarle el comenzar a temer a algo que antes disfrutaba, la competencia.


¿Qué podemos hacer ante esta circunstancia? Mucho. Si tú eres un atleta, y te has visto en estas circunstancias de temer a tu rival o a un mal desempeño en tu próxima competencia, aquí te presento una guía que puede ayudarte.

a) No tengas miedo a tener miedo. El deporte está lleno de “buenos consejos” que dan los entrenadores y padres de familia. Se le dice al deportista que no debe temer, que debe de ser valiente y que debe de ser invencible. Desafortunadamente, cuando se le dice al deportista todo lo que “debe” de sentir (por ejemplo confianza en sí mismo), no se le dice que hacer en caso de que el día de la competencia no sienta aquello. Por consiguiente, el deportista con temores o inseguridades –que como ya dije son algo normal- se sentirá aún peor por no sentir lo que debería. Esos deportistas se van en picada. En cambio, si te haces a la idea de que es obvio llegar con algunos temores o inseguridades a una competencia  debido a que desde pequeño(a) tu entorno te entrenó a temer, entonces vas a reducir tu ansiedad. Como lo diré más adelante, un temor al inicio de una competencia no indica forzosamente que vas a tener un mal desempeño.

b) Recuerda que el temer, después de todo, tiene sus beneficios. Quien teme suele estar alerta, mucho más alerta que quien se confía de más. Así, aprovecha los beneficios del temor ya que eso te ayudará a estar más “despierto(a)”.

c) Por supuesto, un miedo intenso no es algo útil en una competencia. Una persona en estado de pánico simplemente se paraliza y no actúa. Así que, aunque he dicho que es normal tener algunos temores, y que hasta pueden ser útiles para un estado de alerta, también te digo que hay que aprender a “mantenerlos a raya”, controlarlos. Al principio anticipé una de las claves para controlar el miedo. ¿Recuerdas que dije que los humanos tememos al peligro o a lo que pueda dañarnos? Pues bien, una persona superará un miedo cuando  se dé cuenta de que aquello a lo que antes temía en realidad no es “tan peligroso”. Por ejemplo, estar pro presentar un examen para solicitar un empleo que consideras que puede asegurar tu futuro económico. Tienes miedo de reprobarlo porque en caso de no aprobar te verás en una crisis por falta de empleo y dinero. No puedes dormir la noche anterior pensando en lo que se puede venir si repruebas. Pero llegas a tu examen y descubres que en realidad sabes todas las respuestas. En ese momento te cambia la perspectiva. Sabes que puedes aprobar y con una muy buena calificación. Completas el examen sin problema y hasta lo disfrutas. Algo parecido les pasa a miles de deportistas, desde antes de enfrentar a sus rivales ya los están considerando difíciles. Y aquí ocurre algo curioso, muchos deportistas sobrevaloran a sus rivales, esto es, les atribuyen cualidades “de más”. Si bien es cierto que al rival nunca hay que minimizarlo, tampoco hay que sobrevalorarlo.
 
Reconoce y estudia sus cualidades para contra restarlo, pero nunca le inventes más cualidades de las que tiene. En conclusión, nunca llegues a una competencia pensando que lucharás contra Supermán o Supergirl. Hasta los atletas más capaces tienen sus puntos débiles y tú podrás atacar ahí si vas bien preparado. Entonces, el miedo se empieza a combatir en tus entrenamientos, cuando trabajas a detalle todas las estrategias para atacar en lo que consideras que puede ser más débil tu rival.  Quien llega a una competencia consciente de que ha preparado todo lo que tenía que preparar, podrá sentirse mucho más confiado en su propia capacidad en lugar de enfocarse en las del rival.

d)  Ahora bien, y como ya te lo dije antes, lo más relevante no es que llegues sin ningún temor ya que los temores “iniciales” no son los que determinarán el resultado. Lo verdaderamente importante es cómo vas regulando tus emociones sobre la marcha, ya iniciada la competencia. Eso es lo que más importa.  Así que una vez más, no te preocupes si previo al arranque tienes algún temor. Enfoquémonos en lo que harás ya compitiendo. Por supuesto que las estrategias a emplear ya sobre la marcha de la competencia dependerán del tipo de deporte del que cada quien practique. En los deportes de contacto podrás ir midiendo a tu rival en la medida que vas presentándole ciertos golpes ó llaves, ó en la medida que descubres que eres más rápido que él. En los deportes de pelota como por ejemplo el fútbol tomarás confianza en la medida que veas que eres capaz de cortar todos los avances del rival y de generarle peligro en su arco. Entonces, la tarea consiste en que entiendas que te hagas a la idea de llegar a estudiar al rival y a evidenciar sus puntos débiles, no importando si lo veías superior o no ó si te sientes nervioso. Al enfocarte en lo que vas notando en tu rival lograrás olvidarte de tus propias emociones de ansiedad o temor.  

e)  Para lograr lo anterior, será crucial que tu pensamiento sea claro y no te “vuelvas loco(a)” cuando compites. Regularmente, cuando comienza la competencia uno reduce su ansiedad y eso nos permite pensar mejor. Pero también puedes entrenarlo. Introduce en tus entrenamientos situaciones de estrés que te obliguen a mantener la “cabeza fría”. Puedes inventar muchas formas. E igualmente, acostúmbrate a enfrentar las diversas situaciones de tu vida cotidiana de la misma manera. Si te quedas sin dinero, si se descompone el refrigerador o el auto, si  repruebas una materia escolar, si tu pareja te abandona, si tienes a un familiar enfermo, si tienes una pelea con tus padres, etc. Todas estas situaciones están poniendo a prueba tu capacidad de mantener la cordura y pensar fríamente, no las desaproveches. Creo que es más fácil que, una persona que aprende a enfrentar las adversidades de la vida analizándolas y actuando sin vacilar, logre hacer lo mismo cuando compite que una persona que ante los problemas de la vida pierde la cabeza fácilmente.

Finalmente, te quiero dejar una reflexión. Alguien dijo alguna vez que en el deporte, el ganar es lo único que importa. Pero esta opinión me parece algo confusa. Yo digo que más bien… depende. Por ejemplo, desde un punto de vista económico es obvio que el ganar es el objetivo único ya que quizá un premio en efectivo ó una beca sólo se le entregue a quien gane. Pero ese no es el único objetivo que se persigue en el deporte. Otros objetivos igualmente importantes son el adquirir aprendizaje y experiencia, el ensayar estrategias, el dominar los gestos técnicos, el mantenerse activo, etc. Y regularmente todo esto se adquiere aún sin ganar todas las competencias. El punto es, que no pierdas de vista que aún en la derrota la vida no se acaba. En el caso quizá más extremo podríamos hablar del deporte Olímpico, en el que muchos se preparan por años para llegar a una competencia mundial en la que solamente serán premiados tres. ¿Dónde quedan los sufrimientos, lágrimas, sudor, alegrías, frustraciones y demás de todos los cientos  de atletas que no obtuvieron medalla en un ciclo Olímpico? ¿Son emociones, tiempo y recursos tirados a la basura? Por supuesto que no. Todo ha valido la pena porque en todo atleta quedan una suma de experiencias y aprendizajes que pocos humanos llegan a tener en sus vidas.
 
Con esto no quiero decir que seamos conformistas. Pero una cosa es anhelar el triunfo y otra muy distinta es convencerse de que es lo único valioso. Desde un punto de vista psicológico esta diferencia es crucial. Cuando me convenzo de que lo único que me conservará mi prestigio, mi autoestima, mi valía como persona y mi reconocimiento es el ganar, entonces mi temor se eleva porque estoy poniendo mucho en juego. En cambio cuando sé que lo que está en juego es una competencia pero no mi valía personal entonces mi temor se reduce considerablemente. Así que yo te pregunto, ¿cuáles objetivos buscas tú al competir?, ¿qué cosas crees que están en juego cuando compites?, ¿en verdad son tus pequeños temores algo que te deba quitar el sueño?...

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¿Atletas conscientes o inconscientes?

¿ATLETAS CONSCIENTES O INCONSCIENTES?
Psic. José Manuel Sánchez Durón
Depsic Psicología y Alto Rendimiento 

En el ámbito de la Psicología, han sido desarrolladas diversas teorías en base a las cuales sus autores han buscado interpretar, entender y explicar la complejidad del comportamiento humano. Los seres humanos, al poseer un sistema nervioso tan evolucionado en relación a otras especies animales, somos capaces de desplegar una amplia gama de diversos comportamientos que a su vez son matizados por nuestra propia historia individual, la sociedad en que vivimos, las influencias ambientales, nuestras necesidades básicas de supervivencia, nuestros deseos y aspiraciones, etc. A partir de estos hechos, las teorías psicológicas pretenden ayudarnos a entender quienes somos y por qué actuamos de la manera en que lo hacemos.

Una de estas teorías fue desarrollada en Austria por Sigmund Freud, un médico que ha sido conocido en el mundo como el padre del psicoanálisis. El psicoanálisis propone que los seres humanos poseemos instintos que rigen nuestro comportamiento a nivel inconsciente. Esto significa que, desde el punto de vista de esta teoría, las razones que damos de manera consciente o racional a nuestros actos no son en realidad la causa de los mismos. Freud propuso que a nivel psicológico contamos con tres componentes que se encuentran en conflicto constante, a los cuales llamó YO, ELLO, y SUPERYO. El Yo es el componente consciente, que nos permite darnos cuenta de quienes somos y de lo que hacemos. El ELLO es un componente instintivo que busca placer y satisfacción inmediata de sus necesidades a costa de lo que sea. Finalmente el SUPERYO representa la moral, la disciplina y las reglas de comportamiento que nos impone la sociedad. El conflicto entre estos tres componentes ocurre porque el ELLO busca obedecer sus caprichos pero el SUPERYO lo restringe. Esta lucha de poder ocurriría a nivel inconsciente por lo cual el YO solamente buscaría encontrar razones a sus actos sin darse cuenta de que en realidad los motivos originales del comportamiento de la persona “nacen” de la lucha entre sus pasiones y la tradición moral en la que vive.

Si esta teoría nos permite o no entender “a carta cabal” el comportamiento de una persona es una cuestión a debatir. Si bien el psicoanálisis es una teoría que hasta la fecha cuenta con buen número de adeptos en el mundo, también es cierto que otras teorías cuentan con buenos fundamentos para cuestionar lo que propone. Por ejemplo, uno de los puntos a cuestionarle seriamente al psicoanálisis es precisamente el de que el comportamiento de una persona sea el resultado de conflictos de los que no tiene conocimiento y que en consecuencia no puede controlar. ¿Estamos a merced de procesos mentales que no controlamos?, ¿entonces no podemos controlar, dirigir o “tomar riendas” de lo que somos y hacemos?

Sin duda que esta clase de preguntas ameritan nuestra atención. Supongo que a ninguno de nosotros nos gusta la idea de que nuestro “destino” no dependa de nosotros mismos. Al menos algo podríamos estar en condiciones de controlar para sentirnos más tranquilos. Y yo creo firmemente que esto es así. En mi experiencia de varios años ejerciendo la Psicología como mi profesión he tenido oportunidad de analizar este dilema. Y uno de mis campos predilectos -de trabajo y de análisis psicológico- es el mundo del deporte de competición. El deporte de competición  es aquél en el que buscamos preparar a nuestros atletas para lograr desarrollar sus máximos niveles de rendimiento. A diferencia del deporte recreativo, el deporte de competición no busca solamente la diversión, la salud y el esparcimiento, sino que busca la superación constante, la alta especialización y la victoria. 

Precisamente en Austria, lugar de nacimiento del psicoanálisis, está por comenzar el Campeonato Mundial de karate 2016. Ahí se reunirán los mejores exponentes de esta apasionante disciplina marcial para demostrarle al mundo –y a ellos mismos- quienes llegan en mejor forma para sortear los diversos obstáculos que surgen en los combates cuerpo a cuerpo que distinguen el karate. Debo decir que esta disciplina posee un alto contenido psicológico, en el sentido de que además de la intensa preparación físico-técnica que requiere para el dominio de sus movimientos todo karateca, el factor fundamental que marca la diferencia en un campeonato como el que tendrá lugar en Austria será el estado psicológico en el que se encuentren los competidores. Cada uno llega con sus respectivas inquietudes, anhelos, miedos y frustraciones. Estos atletas saben de su potencial y están conscientes de si llegan en su mejor forma o si por el contrario se sienten mermados por alguna razón de carácter físico (lesiones) o emocional (problemas o preocupaciones). Esta evaluación precompetitiva que todo atleta hace de si mismo impacta de manera contundente en su propia confianza. Si sienten que llegan en buen momento se perciben positivos y con buenas expectativas mientras que si se sienten mermados su confianza tambalea. Y este asunto es crucial en un deporte de contacto en el que el cuerpo se expone al choque y al dolor. De ahí que no cualquiera está dispuesto a practicar esta rigurosa disciplina. Ni todos los cuerpos se hicieron para el trabajo rudo, ni todo espíritu humano nació para pulirse en las llamas del sacrificio.   

Pero es ahí donde radica un secreto importante. El karateca sabe –o debería saber- que por el hecho de pertenecer al selecto grupo de seres humanos entregados al alto rendimiento ya forma parte de una élite de guerreros que se han probado a sí mismos en formas que no conocen la mayoría de las personas. Me refiero a las formas del sacrificio cotidiano, del hambre, del dolor y del cansancio. Solamente quien realmente se pone a prueba llega a saber quién es y de qué está hecho. Pero además, el karateca forma parte de un grupo aún más selecto al que solo pertenecen los atletas de los deportes de combate. Nuestro cuerpo es nuestra posesión más preciada y solamente quien en verdad se ha preparado puede ponerla en juego. Es cierto que el riesgo es grande, pero ese riesgo siempre lo comparten ambos combatientes. Es un error suponer que la responsabilidad recae solo en uno. Ambos saben de los riesgos y ambos estarán tensos por el reto. No ganará quien no se tense, quien no se preocupe o quien no experimente nerviosismo, sino quien aún viviendo todo esto sepa que lo puede utilizar a su favor ya que el rival también enfrenta tales emociones. Los miedos son ciegos, y cuando se enfrentan dos miedos la balanza se inclinará a favor de aquél que logre abrir los ojos y se dé cuenta de que su rival tambalea emocionalmente. Un miedo ciego se enfoca solo en sí mismo, es egocéntrico. Pero al abrir los ojos se pueden poner las cosas en perspectiva. 

Opino que el deporte es una excelente vía para darnos cuenta de que lo que hacemos y cómo reaccionamos depende principalmente de nosotros mismos, sobretodo cuando logramos ver el mundo en perspectiva amplia en lugar de centrarnos en nosotros mismos como si fuéramos el centro del universo. Creo que crecemos cuando logramos entender que toda situación puede ser vista desde diferentes perspectivas, dependiendo del lado desde el que se mire. Quizá tus miedos y tus dudas no obedezcan a conflictos inconscientes sino a que solamente has estado contemplando tu vida desde un ángulo. Pero te aseguro que también puedes mirar desde otros ángulos  y que al hacerlo te puedes llevar fabulosos sorpresas, llegando incluso a conocer facetas insospechadas de ti mismo. Conócete, descúbrete. No solamente eres lo que hasta ahora has creído ser, también eres aquellas cualidades que posees pero que no has notado desde la perspectiva que sueles analizarte.  

Bertha, Pao, ustedes ya eran grandes cuando tomaron el vuelo de ida. Y sé que serán ENORMES cuando tomen el de regreso…       
 




JM
 


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¡No necesito un Psicólogo!... ¿o sí?

¡NO NECESITO UN PSICÓLOGO!... ¿O SÍ?
Psic. José Manuel Sánchez Durón
Depsic Psicología y Alto Rendimiento S.C.


      Hace unos días salí a tomar un café con una amiga en conocido lugar del centro de la ciudad. Mi amiga llegó acompañada por una compañera de su trabajo y al presentarnos le dijo que yo me dedicaba a la Psicología. La compañera de mi amiga se interesó en este tema y entonces me preguntó: “¿cuándo necesita una persona buscar a un psicólogo?”.

       En varias ocasiones he escuchado esta pregunta y hasta puedo decir que ya estoy “acostumbrado” a responderla. De hecho, hasta he aprendido a reconocer ciertas señales faciales y corporales que demuestran muchas de las personas que me hacen la pregunta. En la mayoría de los casos (hablo de mi experiencia personal) las personas parecen informarme que, aunque no saben con certeza qué hace un psicólogo o cuándo es recomendable buscarlo, aún así intuyen que lo necesitan. Esto no me extraña. Las personas experimentamos necesidades, enfrentamos problemas y pasamos por situaciones difíciles en nuestras vidas. Y cuando tenemos por lo menos un poco de información respecto a algún profesional que brinde ayuda, aunque no conozcamos los detalles de lo que hace, consideramos seriamente la posibilidad de que pueda ayudarnos a sentirnos mejor. 

      Así que le respondí a mi nueva amiga que pueden existir varias razones para decidir acudir con nosotros los psicólogos. Entre éstas se encuentran las de sentir que algo no camina bien en nuestra vida o que hemos “perdido el rumbo”, como cuando no nos parece claro qué decisiones debemos de tomar o cuando ni siquiera tenemos claro lo que queremos hacer o buscar en nuestra vida. Si tomamos en cuenta que la vida nos va enfrentando a tantas y tan diversas circunstancias entonces tiene sentido suponer que nuestra estabilidad podría verse comprometida en más de una ocasión. Y esto no es necesariamente algo malo, sino normal.  En todo caso, cuando esto ocurra viene bien el contar con algún profesional que nos brinde orientación y guía. 

 
  Otra situación que a mi juicio justifica la decisión de buscar ayuda psicológica es la de experimentar algún problema o malestar más específico, alguna situación que perjudica a la persona y que interfiere en su vida cotidiana. Así, podemos mencionar como ejemplos los síntomas relacionados al estado de ánimo (depresión, irritabilidad, ira, temores, culpas, etc.), problemas en las relaciones interpersonales (fobia social, introversión, timidez, problemas de pareja, etc.), desarrollo de hábitos que repercuten en la salud (tabaquismo, alcoholismo, fármaco dependencia, etc.), alteración del autoconcepto (menosprecio hacia sí mismo, descalificación ó exaltación de las cualidades personales), disminución en la capacidad para rendir adecuadamente en algún ámbito de la vida (laboral, sexual, deportivo, etc.). En fin, situaciones diversas que nos impiden sentirnos plenos y satisfechos. 

     Finalmente, diré que existe un tercer criterio para solicitar los servicios de un psicólogo. Como usted podrá notarlo, en los ejemplos de situaciones que ya he comentado me he referido a casos en lo que una persona puede no sentirse cómoda, situaciones de malestar e inconformidad. Sin embargo, los beneficios de recurrir al asesoramiento psicológico no se limitan a dichas situaciones. También puede ocurrir que una persona se encuentre estable y aun así busque sentirse mejor. Pensemos en los casos de un individuo que quiere conocerse a sí mismo a mayor profundidad, o de quien quiere seguir desarrollando sus habilidades laborales o sociales, o de quien busca explorar nuevas posibilidades amorosas con su pareja, etc. Los ejemplos abundan. En todos estos casos la Psicología también tiene amplia cabida. La Psicología es una ciencia que se interesa por estudiar, analizar, comprender y predecir el comportamiento, entendiendo por este último todo el conjunto de acciones que realiza una persona en los diferentes ámbitos en los que se desenvuelve. A los psicólogos nos interesa entender cómo y por qué se comporta la gente de la manera en que lo hace. Y nuestros conocimientos nos permiten desarrollar diferentes estrategias para ofrecer a la gente que nos busca. Pero en ningún lugar está escrito que debamos preocuparnos solamente por lo casos en los que sea necesario corregir, modificar, curar o inhibir lo que “no funciona bien” en el comportamiento de una persona. También nos interesa hacer algo para fortalecer, estimular, incrementar “lo que ya funciona”. 

      Así que al psicólogo puedes acudir ya sea porque consideres que te caería bien un poco de ayuda para solventar una situación que te ha desestabilizado o bien para fomentar el bienestar que ya experimentas. En ambos casos un psicólogo tendrá algo que aportar a tu desarrollo personal. 


    Afortunadamente la sociedad conoce un poco más de nosotros los psicólogos de lo que conocía hace algunos años. Pero desafortunadamente aún existe mucha ignorancia al respecto. Pero creo que hemos ganado un terreno importante gracias a que las personas que nos han visitado han logrado eliminar sus propios tabúes y han comenzado a hacernos de buena fama. Si aún no has tenido la oportunidad de visitarnos, reflexiona un poco en lo que te he dicho aquí y plantéate la posibilidad de hacerlo. Lo único que te recomiendo es que si decides acercarte con algún psicólogo lo hagas con alguien que en verdad posea un título universitario expedido por una Universidad reconocida del país. 

      Tengo que reconocer que en la actualidad nuestra profesión se ha visto seriamente dañada por instituciones que sin poseer un reconocimiento ni validez oficial ofertan estudios para aspirantes interesados en cursar una carrera profesional. La realidad es que la calidad de los estudios en tales “escuelas” es deficiente, mediocre y poco regulada. Afortunadamente todos podemos reconocer cuáles universidades de nuestras ciudades cuentan con la tradición y seriedad en las que podemos confiar nuestra salud. 

    También debemos estar alertas para los casos de gente que cree que por tener un curso de Psicología ya está capacitada para brindar servicios psicológicos. Conozco casos de ingenieros, médicos, profesionistas de las áreas económicas o humanistas que toman cursos de psicoterapia y luego se promocionan como profesionales de un área que no dominan. Esto me parece peligroso. El conocimiento psicológico no se adquiere en un curso sino que amerita toda una carrera y sobretodo una curiosidad permanente por seguir aprendiendo. El conocimiento psicológico no se refiere a aprender una o dos técnicas para atacar un padecimiento. Esto es una caricatura. El conocimiento psicológico se refiere a escudriñar en los complejos procesos que determinan las reacciones un individuo, y esto no es nada sencillo que se logre captar en un curso de psicoterapia, coaching, PNL, counseling, etc. Tu bienestar psicológico es algo tan relevante para tu vida que requiere ser atendido solamente por quien cuente con la preparación adecuada.   

¿Deseas una consulta psicológica o sabes de quien pueda necesitarla? Estamos a tus órdenes.


YA NADA VOLVERÁ A SER IGUAL

YA NADA VOLVERÁ A SER IGUAL
Psic. José Manuel Sánchez Durón
Depsic Psicología y Alto Rendimiento S.C.



                 En el año 2014 el cineasta Gary Shoe estrenó en cartelera la película “Drácula la leyenda jamás contada”, una versión más del hombre vampiro que ha atrapado por décadas el interés de los amantes del cine. En esta versión, el príncipe de Rumanía “Vlad Tepes” va en búsqueda de un extraño y poderoso ser que vive en una cueva tenebrosa para solicitarle ayuda. El motivo es que el sultán de un imperio vecino le ha ordenado al príncipe Vlad que le entregue 5000 niños de su pueblo o de lo contrario amenaza con destruirlo. El extraño ser de la cueva acepta ayudar al príncipe y le propone un trato: le otorgará poderes sobrenaturales  pero le advierte que si en las próximas 72 horas bebe sangre humana entonces será aún más poderoso pero se convertirá en una criatura de la noche (Drácula) para la eternidad. El príncipe decide aceptar el trato pues confía en que logrará resistir cualquier “tentación” de beber sangre por lo que salvará a su pueblo y él volverá a ser el hombre normal que siempre ha sido. Una vez cerrado el trato, el príncipe adquiere los poderes que le prometió el extraño ser y logra hacer frente al ejército del imperio enemigo. Sin embargo ocurre algo inesperado. Los soldados enemigos matan a la esposa del príncipe y éste, en un arranque de ira y locura, decide beber sangre para vengar la muerte de su amada aún a sabiendas de que para él ya nada volverá a ser igual que antes…
                Este breve relato nos ejemplifica algo que, en lo personal, me parece muy interesante: hay acontecimientos que “cambian” a la gente. Cuando digo “cambian” me refiero a que algunos eventos que vivimos nos impactan de tal manera que parece que modifican algo en nosotros, ya sea un sentimiento, o una manera de ver las cosas, o una actitud, etc. Creo que todos(as) nosotros(as) hemos vivido situaciones que nos “marcan” de tal manera que afirmamos que desde ese día algo pasó y que somos un poco diferentes a lo que éramos antes de tal vivencia. Y creo que podemos contar cientos de anécdotas de este tipo. Por ejemplo cuando una persona da su primer beso, o cuando sobrevive a un accidente automovilístico, o cuando ve nacer a su primer hijo o cuando pierde a un ser querido, o cuando descubre algo maravilloso, etc. Cuando una persona vive esta clase de experiencias recibe un impacto emocional tan fuerte que siente que “algo cambió” aunque no sea capaz de decir con claridad qué fue ese “algo”.
                Por supuesto que la magnitud del impacto que vivimos ante cada situación es diferente. Algunas experiencias nos “cambian” más que otras, dependiendo del significado del acontecimiento, del nivel de madurez en el que nos encontremos, de lo repentino o esperado del evento ocurrido, de si estuvimos solos(as) ante la situación o bajo el cobijo de alguien más, etc. Pero lo que quiero enfatizar es que, independientemente de todo lo anterior, es un hecho innegable que ciertos acontecimientos modifican en buena medida algunos aspectos de nuestra forma de pensar y de sentir.
 
                 En mi experiencia dentro del apasionante campo de la psicología me he dado cuenta de que hablar del tema de los “cambios en la vida” genera diferentes reacciones en las personas. Hay quienes ven los cambios con “buenos ojos” y hay quienes temen al cambio. Estas diferentes actitudes ante los cambios (de aceptación o de rechazo) obedecen a diferentes circunstancias. En general, aceptamos el cambio cuando nos encontramos en una situación desagradable o de estancamiento y creemos que un cambio nos llevará a una mejor posición. Por ejemplo cuando nos proponemos “vencer nuestra timidez” y empezar a comportarnos como personas más seguras de nosotros(as) mismos(as). Por el contrario, tememos a un cambio que se avecina cuando sospechamos que traerá consigo consecuencias desastrosas o cuando simplemente no sabemos lo que pueda ocurrir después. Por ejemplo cuando no nos atrevemos a terminar esa relación de pareja en la que, aunque nos sentimos estancados(as) e insatisfechos(as), creemos que resultaría mucho peor quedar solos(as) porque quedaríamos solos(as) e indefensos(as) ante el mundo.
                 Considero que ambas posturas que acabo de mencionar están justificadas ya que tanto quien busca el cambio como quien lo evade lo hacen porque en su experiencia personal han experimentado cambios benéficos (en el primer caso) ó cambios perjudiciales (en el segundo caso). Creo que nuestra actitud al cambio refleja de alguna manera la experiencia que hemos tenido con los cambios que hemos experimentado en el pasado. Y puesto que cada uno(a) de nosotros ha tenido una historia de vida diferente por consiguiente es normal que nuestras actitudes ante los cambios de la vida también sean diferentes. Pero, independientemente de nuestra historia personal, lo que es innegable es que los cambios son inevitables. En buena medida, la vida es cambio constante. A medida que crecemos y nos desarrollamos vamos adquiriendo nuevas experiencias que van modificando nuestra manera de reaccionar ante el mundo. Y no dejamos de aprender con el paso de los años. Cada aprendizaje representa un cambio que ha ocurrido en ti.
                  Desde este punto de vista, resulta muy enriquecedor analizarnos después de que hemos tenido una competencia deportiva importante. Pongamos por caso la Universiada Nacional 2016, el evento deportivo a nivel de educación superior más importante de nuestro país. Tuve la magnífica oportunidad de acompañar el proceso de preparación de estupendos(as) deportistas y entrenadores(as) así como de acompañarles los días de sus actuaciones. Cuando ya quedan atrás las horas de sacrificio y esfuerzo, las lesiones inesperadas, los llantos y las alegrías, las frustraciones y las satisfacciones, sólo nos queda darnos un momento para analizar lo que hicimos. Ninguna planificación deportiva termina cuando ya se ha competido sino que debe incluir también un adecuado y objetivo análisis y evaluación de lo ocurrido. Y este análisis abarca también el tema psicológico. ¿Cómo se hace una evaluación de nuestro desempeño a nivel psicológico?
                  Yo te propongo dos pautas. En primer lugar evalúa tu desempeño a partir de lo que recuerdas haber hecho y de los videos que tengas de tu actuación. Aquí te ofrezco algunas preguntas que pueden ser una buena guía de análisis:
1.- ¿Consideras que durante tu etapa de preparación mostraste un adecuado compromiso a tus entrenamientos?
2.- ¿Fuiste capaz de anticipar posibles dificultades que podrían surgir durante la competencia?
3.- ¿Cómo calificas tu entrega, auto confianza y determinación que mostraste al competir?
4.- ¿Qué es lo más valioso que demostraste al competir?
5.- ¿Qué consideras que debes de mejorar o corregir en tus actitudes al competir?
6.- ¿Cómo reaccionaste ante tus errores o ante los aciertos de tu rival?
7.- ¿Cómo enfrentaste – y manejaste- tu nerviosismo?
8.- ¿Lograste “desconectarte” de cualquier distracción externa para concentrarte en tu competencia?
9.- ¿Te sentías lo suficientemente motivado(a) para competir?
    
                    Sin lugar a dudas que un buen y honesto análisis de las preguntas anteriores te dará algunas pistas para que tengas una evaluación más completa de tu actuación en lugar de solo quedarte con una idea superficial de si tu desempeño fue “bueno” o “malo”.
                    En segundo lugar te propongo un análisis aún más interesante, creo yo. Ahora, en lugar de analizar “a detalle” lo que hiciste o dejaste de hacer,  contempla toda la experiencia que adquiriste en su conjunto.   Piensa “qué te deja” esta nueva experiencia en tu vida y qué aprendiste. No importa si ya has participado en otras universiadas, cada una es diferente ya que llegas en momentos diferentes de tu vida.  No importa si lograste subir al podio o no. En este segundo análisis no importa el resultado sino lo que esta experiencia ha modificado en tu persona. Independientemente de los resultados, cuando nos entregamos plenamente a dar un máximo esfuerzo logramos descubrir aspectos de nosotros(as) mismos que no conocíamos, como por ejemplo  nuestra capacidad para aferrarnos e ir al frente, o de levantarnos de un error, o de combatir con el dolor de una lesión a cuestas, o de “no perder la cabeza” en los momentos difíciles, o de comportarnos como grandes compañeros de equipo apoyando a los(las) compañeros(as), o de lograr manejar al rival, o de controlar y vencer nuestros miedos y dudas, o de confiar en nosotros(as) mismos(as) a pesar de que no contábamos con el apoyo de alguien más, etc. Entonces, ¿qué descubriste de ti?

                   Sin temor a equivocarme te digo, amigo(a) deportista y entrenador(a), que ahora eres otra persona de la que eras antes de este evento. Las grandes experiencias no nos dejan seguir siendo los(las) mismos(as). Ahora nos conocemos mejor. Ahora nos comprendemos mejor. Y así como el príncipe Vlad sabía que una vez que bebiera sangre ya no volvería a ser el de antes, así tampoco tú podrás serlo. Si en esta Universiada venciste un temor, un miedo, una duda o un mal hábito (por muy pequeño que sea) ese temor, miedo, duda o mal hábito ya no forma parte de ti. Si en esta Universiada descubriste una virtud en ti (de esfuerzo, coraje, entrega, pasión, etc.) esa virtud ya forma parte de lo que eres. Como quiera que sea, ahora eres una persona renovada. Enfrenta el reto de cambiar para bien y acepta los cambios que son inevitables. Después de todo, a partir de lo que ya viviste y aprendiste, ya nada volverá a ser igual…  
 
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¿Iguales o diferentes?

¿IGUALES O DIFERENTES?
PREPARANDO EL CAMINO PARA LA UNIVERSIADA 2016
Psic. José Manuel Sánchez Durón


Tal vez hayas escuchado alguna vez el conocido cuento de “El Patito Feo”. Brevemente, este cuento trata sobre la historia de una familia de patos blancos con los  que se cría un ganso negro. Por su diferente color, el gansito negro (el “patito feo”) no era aceptado por el resto de patitos blancos y esta situación le generaba tristeza y desesperación. Después de todo, ¿a quién le gusta sufrir discriminación?

 A los seres humanos nos ocurre algo parecido a lo que le pasaba al patito feo (aunque ya dijimos que en realidad era un gansito). Cuando somos pequeños buscamos sentirnos aceptados por los que nos rodean, ya sean familiares, vecinos, amigos, maestros, etc. Nos gusta que nos tomen en cuenta, que podamos participar en las actividades que hacen todos, que se nos reconozca, etc. De alguna manera, cuando somos pequeños nos interesa mucho ser “uno más del grupo”, pues esto nos genera un sentimiento de pertenencia e identidad. Por esta razón diré que no nos conviene ser diferentes, pues lo que es diferente suele ser rechazado, evitado o ignorado. En el mundo de los niños, así como en el de los patitos, el ser igual a los demás es una auténtica “bendición”…

Pero resulta que con el paso del tiempo nos damos cuenta de que el ser igual a los demás no siempre es un beneficio. El mundo del deporte competitivo es un buen ejemplo de lo que acabo de decir. Cuando competimos en un deporte no solamente no nos conviene ser iguales a los demás competidores sino que además nos puede resultar perjudicial. LA COMPETENCIA DEPORTIVA ES UN JUEGO EN EL QUE SOLO SE PREMIA AL QUE ES DIFERENTE. Ser diferente significa tener la preparación suficiente para desarrollar cualidades superiores a las de los demás, y tener la capacidad de demostrar esta superioridad en la confrontación con el rival.

Desde este punto de vista te planteo una pregunta, ¿te consideras igual o diferente a tus rivales? Si te consideras igual que tus rivales tendrás un pronóstico nada prometedor para tu próxima competencia. Pero si te consideras diferente entonces todo cambia. Si te consideras diferente entonces el panorama tiene un matiz positivo. Así que te sugiero que comiences por creer que ERES DIFERENTE.

Por supuesto que no basta con creer que somos diferentes sino que será necesario demostrarlo. Así que pensemos qué es lo que puedes hacer para demostrarlo en tu competencia que se aproxima. Pon atención a lo que te voy a decir. Cuando ya nos quedan pocos días para que comience la competencia es un hecho que las cualidades físicas, técnicas y tácticas de los deportistas (las tuyas y las de tus rivales) ya no van a mejorar. Tú y ellos se han preparado muy bien en estos tres aspectos (lo físico, lo técnico y lo táctico) y cada quien ha alcanzado su nivel en el que ahora se encuentra. Pero si tomamos en cuenta que hoy en día los programas de entrenamiento son muy similares a nivel nacional (incluso mundial), entonces es de suponer que tu nivel físico, técnico y táctico sea muy similar al de tus próximos rivales. Entonces, ¿qué es lo que marcará la diferencia?

Desde mi punto de vista, la diferencia será marcada en buena medida por el estado psicológico en el que cada deportista llegue a enfrentar su competencia. Tu “estado psicológico” es el conjunto de emociones, pensamientos, sensaciones, intuiciones y creencias que experimentas en estos días. Así, el estado psicológico marcará la diferencia porque cada atleta llega en un momento muy diferente de su vida. Algunos llegan con mil problemas y preocupaciones, otros con temores, otros con una confianza “por los suelos”, otros con poca motivación, otros molestos con sus propios compañeros de equipo, etc. Es obvio que nadie compite al 100 % si trae todo este tipo de cosas en la cabeza.

Por esta razón, te aconsejo que vigiles tu estado psicológico en estos días previos, pues si logras un buen manejo y autocontrol entonces llegarás mucho mejor (psicológicamente) que varios de tus rivales, y eso te colocará en clara ventaja, aún si tu rival en turno te supera ligeramente en sus cualidades físicas, técnicas y tácticas.

Aquí te comparto algunas sencillas sugerencias para tu monitoreo psicológico:

1.- Asegúrate de que tienes claros motivos para competir. ¿Por qué vas a competir?, ¿para qué? Un ser humano motivado es un ser humano fuerte y que no va a rendirse fácilmente.

2.- Encuentra uno de tus motivos en tu orgullo personal. Aunque para motivarse es bueno pensar en la gente que nos quiere (por ejemplo nuestra familia), también es importante competir por uno mismo, por el orgullo de demostrarnos a nosotros mismos que somos capaces. Aquél deportista que se demuestra a sí mismo que es capaz de dar su máximo esfuerzo  y de pelear hasta lo último es al mismo tiempo una persona que el día de mañana será capaz de enfrentar de manera eficiente muchos de los retos de su vida.

3.- No te preocupes si te sientes estresado o ansioso. Es normal que el estrés y la ansiedad se incrementen cuando viene la competencia. Ni los atletas Olímpicos son inmunes a esto. El estrés y la ansiedad son necesarios para competir pues nos permiten estar alertas todo el tiempo. De lo contrario llegaríamos a competir demasiado relajados.

4.- Por supuesto que es conveniente controlar un poco la ansiedad, por lo menos para que no se nos espante el sueño y podamos descansar las noches previas a la competencia. Te sugiero que cuando te vayas a la cama te desconectes completamente de tu competencia, no pienses en ese tema y enfócate en imágenes relajantes.

5.- El día antes de tu competencia es un día clave. Ese día intenta no “volverte loco”. Conserva la tranquilidad. Tal vez acostumbres hacer algún tipo de estiramiento o trote y eso está bien. Pero te sugiero que ese día ya por la tarde busques una actividad de esparcimiento y diversión. No tengas miedo de “desconectarte” de la competencia, al contrario, es mejor ya que lograrás bajar la ansiedad y mejorar tu estado de ánimo. No te agobies pensando en cada detalle de lo que puede ocurrir. Estoy seguro que sobre eso ya habrás pensado mucho en los días previos. Mejor vete a la cama un poco más relajado. Ya estando en la cama repítete palabras de aliento,  de que todo está bien. Pero no imagines la competencia porque eso te puede generar ansiedad y no podrías descansar lo suficiente. Lo más importante para la noche previa es DESCANSAR y no ANALIZAR lo que pueda ocurrir.

Nunca podrás tener la certeza de cómo te va a ir en una competencia. Los resultados siempre son inciertos. Pero creo que de algo sí podemos tener certeza: si prestamos atención a lo que nos puede hacer diferentes, entonces podremos llegar al día de nuestra competencia con mejores probabilidades de éxito. No temas ser diferente. Por el contrario, atrévete a serlo. Aunque yo no tengo nada en contra de los patitos blancos, creo que quien busca ser un pato blanco toda su vida corre el riesgo de conformarse con ser “uno más del montón”. Y, por lo menos en la historia del deporte,  hemos visto como se van quedando en el olvido un montón de patos blancos...

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“LOS ÁRBOLES NO ME DEJAN VER EL BOSQUE”
Psic. José Manuel Sánchez Durón
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Cierto día fueron de paseo un padre de familia y su hijo de 5 años. El padre le había prometido al chico llevarlo a conocer un hermoso bosque que se conservaba a unos kilómetros de la ciudad. Al llegar ahí, el padre le mostró al pequeño todo lo hermoso que la naturaleza puede depositar en esta clase de paraísos, como su flora, fauna, sonidos de los riachuelos y el fresco clima de tal microentorno. Cuando regresaban a casa  el padre orgulloso de haber compartido con su hijo una experiencia tan hermosa le preguntó a éste qué le había parecido el viaje. El chico lo pensó un momento y respondió: “El paseo fue muy bonito, pero lástima que no pude ver el bosque por  tantos árboles que había…”

Algunas veces los chicos cometen esta clase de “errores de percepción”, no se dan cuenta que todo lo que perciben ante sus ojos forma parte de algo más grande, y que al mismo tiempo aquélla entidad mayor se expresa en cada uno de sus componentes. Y creo que algo similar ocurre con mucha gente del deporte que aún no parece darse cuenta del papel fundamental que juegan los mecanismos psicológicos en todo entorno deportivo, y en consecuencia guardan un distanciamiento de la disciplina que podría brindarles un gran apoyo en tales temas como lo es la Psicología del deporte.

Hago esta reflexión en el contexto específico de una actividad académica que realizo actualmente con la carrera de Cultura Física en la Universidad Autónoma de Aguascalientes. Tal actividad se refiere a la impartición de la materia de “Psicología del Deporte” programada para cursarse en el cuarto semestre de esta carrera. Y habiendo yo tenido la oportunidad de elaborar el primer programa de esta materia cuando se conformó esta licenciatura en la Universidad a la que aludo, me resulta sumamente interesante abordar la cuestión de la importancia de los contenidos psicológicos para la currícula de futuros profesionales de la cultura física.

Debo decir que mi experiencia profesional de más de 15 años en diferentes niveles del deporte en México me ha permitido corroborar que en pleno año 2016 aún carecen de una formación sólida y consistente sobre temas psicológicos una gran mayoría de deportistas, entrenadores, médicos, cronistas y dirigentes deportivos  lo cual nos coloca en una situación algunas veces favorable -pero otras adversa- a los profesionales de la psicología que hemos abrazado al deporte como nuetsra principal área de interés.

¿Por qué mucha gente del deporte “guarda aún su distancia” de la psicología? Por desconocimiento. En el mejor de los casos, la gente posee una “ligera” idea de lo que es la Psicología, pero este conocimiento poco fundamentado les lleva a creer que la Psicología es una clase de tratamiento para gente con problemas (da igual si les llaman neuróticos, locos, desadaptados, etc.). Y en el peor de los casos ni siquiera se posee conocimiento alguno. Esto suena sorprendente dado que la ciencia psicológica tiene varios años de establecida, desde que surgieron los primeros estudios científicos para abordar temas como el comportamiento humano, la mente, la conciencia, las emociones, etc.  Y ciertamente todo esto comenzó a ocurrir hace ya varias décadas atrás.

Ciertamente la psicología aplicada al deporte es más reciente aunque ya también con sus años de desarrollo. Y aún así mucha gente la conoce poco. Pero es un hecho establecido en la actualidad que la Psicología forma parte de un conjunto de ciencias conocidas como las "ciencias del deporte" y que su estatus es de primera importancia. La regla general que debemos de tener en claro es la de que lo que permite conducirse a cualquier deportista es ante todo un conjunto de mecanismos psicológicos complejos entre los que interviene su estado consciente, su planeación de las acciones, sus temores e inseguridades, su “interpretación” de los movimientos del rival, su determinación para competir, sus hábitos de pensamiento, su estado anímico, etc. Sin esta clase de mecanismos operando en todo momento ninguna persona puede actuar, reaccionar. Podría sobrevivir en estado vegetativo pero no  actuar ni mucho menos hacer deporte. Luego entonces, diremos de manera tajante que el funcionamiento de mecanismos psicológicos es una condición necesaria -e indispensable- para que cualquier individuo practique algún deporte. Y puesto que la Psicología es la ciencia que estudia precisamente tales mecanismos, su importancia es obvia.


Creo que será de gran utilidad –como lo he hecho a lo largo de varios años en diferentes estados del país- continuar difundiendo los conocimientos generados por los estudios psicológicos para que la comunidad deportiva logre sensibilizarse de manera gradual a su importancia. Como ya lo dije, algunos deportistas y entrenadores parecen tener aunque sea una vaga idea al respecto mientras que otros demuestran una clara confusión en lo que piensan sobre temas psicológicos. Por ejemplo algunos entrenadores están convencidos de que no ocupan el apoyo psicológico de un experto ya que para ellos lo importante es convencer a sus deportistas para que se comprometan y que a partir de ello “den su máximo”  al competir. ¡Vaya confusión! Estos entrenadores no son capaces de comprender que el compromiso y la disposición para “dar su máximo” son precisamente efectos psicológicos, derivados de los mecanismos a los que me he referido antes. Mientras que los entrenadores  (y los licenciados en Cultura Física) no sean capaces de comprender que “lo psicológico” es un conjunto de procesos que conjugan una serie de mecanismos tales como la motivación, autoconfianza, ansiedad, atención, cooperación, agresividad,  etc., seguirán lamentándose por no poder ver el bosque a causa de los árboles que obstaculizan su vista.    

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