PREPARACIÓN PSICOLÓGICA PARA UN ATLETA OLÍMPICO



Psic. José Manuel Sánchez Durón

Si alguna vez has visto a un niño prepararse a conciencia para presentar un examen importante en la escuela y has recordado todo lo “agradable” que tú sentías en esos “lindos” momentos que fueron “memorables” en tu infancia, entonces estarás de acuerdo conmigo en que esa experiencia era muy complicada y que en realidad tales momentos no tenían nada de agradables ni de lindos ni mucho menos de memorables. Presentar un examen requiere antes que nada de tener los conocimientos suficientes, pero implica además una serie de situaciones angustiantes por las que poseer tales conocimientos resulta insuficiente para obtener una buena nota: ser juzgado por tus compañeros y tus padres, poner en riesgo algún premio prometido, pasar o no pasar de grado, y una larga lista de etcéteras.
Cuando un atleta se prepara para una competencia ocurre algo similar, por lo menos hasta cierto punto. Pensemos en un deportista del llamado “alto rendimiento”, esto es, alguien que literalmente vive de su deporte y para su deporte; un atleta que se prepara con los programas más actuales en materia de entrenamiento, que busca desarrollar todo el potencial de que su cuerpo es capaz para exhibirlo en competencias seguidas por la élite mundial, como pueden ser los Juegos Olímpicos.
Como en el ejemplo del estudiante, el atleta olímpico requiere también poseer conocimientos sobre su disciplina pero eso no es suficiente para obtener una medalla, ya que también requiere tener la capacidad de mantenerse concentrado en sus movimientos aún a sabiendas de que lo observan millones de personas en el mundo, requiere de tener el temple para tolerar las destrezas del rival y los imprevistos que puedan surgir durante la competencia, así como mantener en todo momento la confianza para creer que, pase lo que pase, puede obtener la victoria.
Si lo anterior nos parece poco, tomemos también en cuenta que, nuevamente como en el caso del estudiante, están en juego el ser juzgado por los demás, los premios que las marcas patrocinadoras ofrecen, el no defraudar a padres ni amigos ni a su propio país, y otra larga lista de etcéteras. ¿Tremenda cosa no? Esta serie de hechos colocan al atleta en una situación sin duda complicada por lo que ha de buscar que su preparación para su “examen final” sea lo más completa posible. Ello incluye el estar preparado psicológicamente.

La Preparación psicológica
Por preparación psicológica nos referimos básicamente a tres cosas: 1) un programa de trabajo, 2) incluido en el plan general (o macrociclo) del deportista, y 3) implementado por un especialista. Aunque por mucho tiempo se ha supuesto que el trabajo psicológico ha de enfocarse primordialmente a la motivación del deportista, la perspectiva de trabajo es mucho más amplia, pues si bien el atleta ha de estar motivado, también debe ser capaz como ya dijimos de mantener la concentración en su tarea, resolver las situaciones propias de su competencia, ejecutar los movimientos adecuados para cada situación, sobreponerse ante aciertos del rival o puntaje en contra, mantener un alto rendimiento aún disminuido físicamente por lesiones, etc.
Debemos de considerar que los procesos psicológicos son muy complejos en la media que involucran las interacciones que una persona mantiene -y ha mantenido en el pasado- con el entorno que le rodea. Por ejemplo, un gimnasta interactúa con las barras paralelas cada vez que realiza su rutina sobre ellas al adecuar todos sus movimientos en función de las características de ese aparato. Cada aparato posee características físicas (dimensiones, rigidez, textura, etc.), pero además tiene un “comportamiento” particular ante los movimientos del atleta, por lo que diríamos que el deportista actúa sobre el aparato, pero a la vez este último “reacciona” debido a las acciones que se ejecutan sobre él. El atleta debe tener la certeza de que cada uno de sus movimientos corresponde a las “reacciones” esperadas de su aparato, esa es la confianza que se gana después de cientos o miles de repeticiones de sus ejercicios.
La situación se complica porque si bien los aparatos siempre responden igual, los humanos no. El deportista, como cualquier ser humano se ve influenciado en cada una de sus reacciones por una serie de factores externos (sociales) e internos (biológicos) que no permiten predecir su desempeño con total certeza para el día de la competencia. Por esa razón no es extraño observar “fallas” o “errores” en deportistas que se muestran impecables en sus entrenamientos.
Puesto que el entrenador se especializa más bien en la enseñanza del gesto deportivo, de la ejecución apropiada, requiere de alguien que se especialice en el comportamiento humano, alguien que comprenda cómo y porqué una persona actúa de la manera en que lo hace. Alguien que comprenda la complejidad de la conducta y que sepa que no es suficiente con decirle al atleta: “ánimo, tú puedes”.En resumen, el atleta olímpico se ve expuesto a una gran demanda para afrontar de manera exitosa su competencia y para ello se prepara intensamente durante largos periodos; en la medida que incluya en su programa de entrenamiento la preparación psicológica podrá aspirar a un desempeño eficaz el día de su “examen final”.

0 comentarios:

Publicar un comentario