¿Cómo saber si estoy preparado psicológicamente para competir?

¿CÓMO SABER SI ESTOY PREPARADO PSICOLÓGICAMENTE PARA COMPETIR?
Psic. José Manuel Sánchez Durón
 
 
En el mundo del deporte es cada vez más común el escuchar sobre la importancia de que los atletas enfrenten sus respectivos compromisos con la suficiente preparación psicológica. En general, parece existir un acuerdo dentro de  la comunidad deportiva en que un atleta o deportista que llegue bien preparado psicológicamente a la competencia tendrá un mayor rendimiento que aquéllos sin este tipo de preparación. Es más, algunos entrenadores incluso afirman que hoy en día el factor psicológico es el que determina en gran parte el éxito deportivo.

Por este motivo, desde hace algunos años muchos deportistas han comenzado a interesarse por cuestiones de índole psicológica en su propia preparación y desempeño. Más de uno se ha preguntado alguna vez si se encuentra lo suficientemente preparado psicológicamente para hacer frente a una competencia ya sea de carácter amateur o profesional y, desafortunadamente, no obtiene respuestas claras o satisfactorias a esta cuestión. La razón de lo anterior radica en gran parte, desde mi punto de vista, en que para saber si uno está preparado psicológicamente es necesario partir de una “autoevaluación” (la evaluación de sí mismo) y esto no es una tarea fácil. A lo largo de la historia de la Psicología como un área de estudio independiente (no olvidemos sus raíces desde la Filosofía y las discusiones respecto a si debería de considerarse una rama de la Biología) se han dedicado gran cantidad de trabajos y debates sobre las maneras en las que podría -y debería- de evaluarse lo psicológico, y ello ha derivado en una gran diversidad de posturas. Después de todo, una evaluación implica una “medición”  de aquello que se pretende evaluar, por lo que si pretendemos evaluar lo psicológico deberíamos de contar con instrumentos o métodos eficaces para poder medirlo. Pero ahí radica precisamente el problema: ¿cómo podemos medir con precisión aquello que comúnmente llamamos “lo psicológico”? ¿Es posible hacerlo?
Obviamente este problema nos compete en primer lugar a nosotros los psicólogos y no pretendo extenderme demasiado en este breve escrito. Lo único que busco es ilustrar el hecho de que hacer una evaluación psicológica no es una tarea sencilla ni siquiera para los que nos hemos formado en esta disciplina, y menos aún para un deportista cuyo principal interés es enfocarse en su competencia venidera. Pero entonces, ¿sería mejor que el deportista renunciara a sus deseos de conocer cómo se encuentra psicológicamente? Mi respuesta es: NO.
Si bien es muy complejo evaluarnos a nosotros mismos (autoevaluación) eso no quiere decir que no podamos, cuando menos, encontrar algunas pistas. Para ello es necesario en primer lugar explicitar a qué nos referimos cuando hablamos de “estar preparados psicológicamente”. Quizá algunos deportistas tengan una idea general de a qué se refiere esta expresión pero en mi experiencia me he dado cuenta de que la mayoría de las veces esa idea es muy vaga y confusa. No deja de sorprenderme el hecho de que estamos muy acostumbrados a utilizar frases o palabras aún sin comprender su significado.
Intentaré hacer aquí una exposición sencilla pero que a la vez sea comprensible. Podemos decir que, de manera general, un atleta preparado psicológicamente para una competencia es aquél que reúne una serie de características relacionadas a su forma de actuar y reaccionar antes, durante y después de la competencia. De entre dichas características quiero mencionar las siguientes:

• Saber lo que se tiene que hacer durante la competencia
• Querer competir y saberse capaz
• Controlar la ansiedad precompetitiva y durante la competencia  (lo cual no significa que no la experimente)
• Contar con recursos físicos, técnicos y tácticos para hacer frente a los imprevistos de la competencia
Aunque podríamos hacer un listado de características más extenso que el anterior, estos cuatro puntos son suficientes para exponer mis ideas en este breve texto. Contrariamente a lo que algunos piensan, el estar preparado psicológicamente no es solamente “tenerse confianza” sino que es algo mucho más complejo. Estar bien preparado psicológicamente significa también contar con un plan estratégico para superar al rival (táctica) y para hacer frente a los imprevistos, el hacer un atinado manejo de las emociones adversas y la sobreexcitación que pueden hacernos presa el día de la competencia así como el experimentar el enorme deseo de buscar el triunfo, a pesar del rival, árbitro (juez), clima, espectadores, prensa o del estado de la superficie (cancha, pista, alberca, duela, etc.). Vaya reto ¿no creen?
Si partimos de estas cuatro características para definir al atleta psicológicamente preparado, entonces podemos preguntarnos cómo puede dicho atleta saber si las posee con anticipación a la competencia. Por supuesto es necesario aclarar que, aunque parezca algo obvio, la única manera de corroborar si se está lo suficientemente preparado para competir es precisamente exponiéndose al rigor de la competencia o, para decirlo con una palabra, compitiendo. En cambio antes de la competencia sólo podemos aspirar a obtener una idea aproximada del grado en que hemos alcanzado una preparación psicológica suficiente para afrontar la competencia.
Lo anterior no debe de desanimarnos. Aun si solo podemos obtener una idea aproximada de nuestra preparación psicológica siempre será mejor que dicha idea sea lo más aproximada posible. Y aquí radica lo más interesante: el grado en que un deportista pueda llegar a conocer su estado psicológico precompetitivo depende en alto grado del deportista mismo. Más específicamente, depende de qué tanto el deportista se asesore e investigue sobre las maneras más eficaces para autoevaluarse. Para ello los psicólogos podemos ser buenos asesores puesto que nosotros contamos con una formación académica en la que se nos entrena, entre otras cosas, para evaluar. Pero recalco el hecho de que nosotros solo podemos ser “asesores” en el sentido de que ningún psicólogo por sí mismo puede emitir un juicio cabal, plenamente certero y sin margen de error sobre el estado psicológico de algún deportista puesto que el estado psicológico incluye las sensaciones, percepciones, juicios, etc., del propio deportista, lo que algunos llaman su “mundo interno”, del que el deportista tiene un mejor conocimiento ya que él lo experimenta “en carne propia.”.
Debo de aclarar que no estoy cayendo en una contradicción cuando afirmo por una parte que el psicólogo puede ser un buen asesor y por otra que es el propio deportista el único que conoce sus propias sensaciones. Una cosa es experimentar sensaciones, percepciones, emociones o pensamientos y otra muy distinta es entender que todo aquello que se siente, percibe o se piensa antes de una competencia es un indicio de que se está listo para competir. La gama de emociones  y pensamientos que sobrevienen y abruman también pueden confundir al que los experimenta. Aun el más experimentado puede llegar a dudar de si lo que siente previo a la competencia que se aproxima es lo que debería de sentir, o de si lo que piensa es lo que debería de pensar, por la sencilla razón de que las circunstancias son cambiantes. Cada competencia es diferente a la anterior y, por supuesto, el atleta también cambia con el tiempo. Por lo tanto, al deportista le viene bien hacer mancuerna con alguien externo a él que con mayor objetividad le ayude “a no perderse en el torbellino que trae en la cabeza”. Un psicólogo deportivo con suficiente preparación será muy útil en ese sentido.
En resumen, recomiendo que el atleta reflexione sobre la importancia de tomar en cuenta su estado psicológico de precompetencia.  Las cuatro características que he mencionado aquí pueden ser una pequeña (pero útil) ayuda para guiar esa reflexión. Es imposible que logres saber con exactitud si estás listo para competir si aún no has competido, pero si buscas y encuentras algunas pistas de que tu funcionamiento psicológico va por buen camino seguramente eso también ayudará a tu propia confianza. Nunca estará de más que te apoyes y asesores con la gente que se ha preparado para ello. Es tiempo de borrar el estigma de que al psicólogo hay que buscarle solo cuando se está mal de las “facultades mentales”.  Este viejo cliché ya ha sido superado en la labor que desempeña el psicólogo en diferentes ámbitos de la vida. El deporte no es la excepción.

No morir en tres batallas es nacer tres veces

NO MORIR EN TRES BATALLAS ES NACER TRES VECES
Psic. José Manuel Sánchez Durón

Definitivamente la vida es una experiencia de retos. Los seres humanos desarrollamos nuestras maneras particulares de hacer frente a las demandas de la vida, mismas que varían en un sentido o en otro. Algunas personas evaden los retos, pero otras los buscan, los procuran. Diferentes estudios han intentado identificar si determinados tipos de personalidad pueden explicar el hecho de que ciertas personas se expongan continuamente a grandes retos, aunque a la fecha los resultados no son concluyentes. Pongamos el caso de los deportes. Los deportes pueden clasificarse a lo largo de un continuo que va desde los deportes menos extenuantes hasta aquéllos en los que prácticamente el atleta “deja su vida en ello”. ¿Por qué un atleta decide voluntariamente entregarse a esta última clase de actividad? ¿Por qué un ser humano en su “sano juicio” elige pasar horas y horas de entrenamiento para participar en una prueba que le consuma toda su energía vital prácticamente hasta el límite? Esta clase de cuestiones no se resuelven fácilmente recurriendo solo a un concepto -que si bien es útil no resulta suficiente- como lo es el de la personalidad.

Ahora bien, independientemente de las razones por las que una persona se entregue a los deportes de altos retos, lo cierto es que resulta sumamente apasionante participar de ellos ya sea como atleta o tan solo como espectador. Un atleta que se aferra a conseguir su objetivo (una marca, una medalla) merece todo nuestro respeto por el solo hecho de haberse levantado por la mañana el día de la competencia diciéndose a sí mismo “hoy lo entregaré todo”.

Recuerdo un viejo dicho urbano que sugiere que lo que no nos mata nos hace más fuertes y pienso, por ejemplo, en el caso de un maratonista. En un maratón se realiza un gasto energético tal que un individuo no suficientemente preparado no lograría terminarlo sin verse afectado seriamente en su equilibrio metabólico. En la parte final de un maratón el cuerpo ha quemado una cantidad enorme de calorías y ha evaporado tantos líquidos que los músculos se encuentran al borde del calambre y los circuitos cerebrales parecen desfallecer. No me queda duda de que, si el dicho al que me he referido tiene alguna validez, todo maratonista termina su prueba siendo un espíritu mucho más fuerte por el solo hecho de no haber perecido en ella.

Pero, ¿por qué no lo hacemos más complicado? ¿por qué en lugar de exponer la integridad física una vez no mejor lo hacemos tres veces? Por muy insensatas que pudieran parecer estas ingenuas preguntas no deja de llamar la atención que una porción de la humanidad (adicta a los retos corporales) ha emprendido esta aventura. El triatlón constituye una de las pruebas más duras para un atleta, en el sentido de que es altamente exigente y arduo. En el triatlón se pone a prueba no solo la habilidad motora sino sobretodo la entereza de carácter para dar una brazada más, un pedaleo más o una zancada más, aun cuando brazos y piernas parecen decididos a detenerse obedeciendo a eso que algunos llaman “instinto de supervivencia”. 

Pero el caso es que ni los brazos ni las piernas se detienen, y el atleta logra la hazaña de cruzar la meta que automáticamente lo coloca en el podio de la especie humana. Lo que viene después sobra, así se trate de una medalla, golpes de calor, sofocación o desmayo. Lo importante es el hecho de haberlo conseguido y de demostrarse que se es capaz de caminar por la línea que demarca los límites humanos y volver al mundo para platicarlo con el resto de los mortales. El comprobar que es posible sobrevivir a un reto de esta envergadura sin desfallecido equivale a tener la oportunidad de imponerse nuevos y más altos retos. Porque tocar los límites y no morir es como haber renacido no solamente más fuerte sino, sobretodo, más humano.

Por todo ello creo que si alguna duda queda de que lo que no nos mata nos hace más fuertes, el triatlón representa una magnífica oportunidad para corroborarlo.

Cuando el deporte piensa en la gente

CUANDO EL DEPORTE PIENSA EN LA GENTE
Psic. José Manuel Sánchez Durón
 
Para todos los que ejercemos nuestra labor profesional en el ámbito del deporte nos es muy común escuchar de proyectos que, siendo promocionados por figuras del quehacer público o privado, nacen con la bandera de ser promotores del bienestar social y desarrollo comunitario. Desafortunadamente muchos de estos proyectos enfocan en realidad su meta en objetivos de índole diferente a la que pregonan, y son motivados por intereses de carácter más bien político o económico, en busca de fines personales y sobretodo del ensalzamiento de la imagen de quien los pregona.

Pero como muchas cosas de la vida, esta situación también tiene su realidad opuesta. Existen verdaderos proyectos sociales en los que no solo se busca que el individuo común tenga acceso a oportunidades de desarrollo sino que además se invierte en ello. Dicha inversión va desde proporcionar material deportivo o instalaciones hasta contratar gente especializada que comparta sus conocimientos en la formación de jóvenes talentos. Este último es el caso que quiero comentar en los siguientes párrafos.
Hace un par de meses, las autoridades de un municipio ubicado al sur de la ciudad de Guadalajara en el estado de Jalisco (México) han emprendido un ambicioso proyecto futbolístico que se había venido gestando tiempo atrás. Lo califico de “ambicioso” en razón de la gran inversión que las autoridades han realizado para el éxito del programa. En este caso, la inversión ha consistido en contactar a un equipo de trabajo con amplio reconocimiento en el fútbol nacional y extenderles la  invitación para compartir su experiencia en la formación deportivo-personal de jóvenes talentos.    
Fue así que Daniel “el travieso” Guzmán vino a catapultar este prometedor proyecto. El “travieso” se ha caracterizado a lo largo de su prolífica carrera por ser un hombre que cree en los jóvenes y que ha desarrollado la sensibilidad profesional para atraer a los jugadores y desarrollar el talento futbolístico que cada uno posee. En esta ocasión el reto es hacer eso mismo pero con jugadores apenas prospecto, es decir, jóvenes que aspiran al profesionalismo sin tener apenas el suficiente conocimiento sobre los retos, sacrificios y enigmas que esto significa. Sin duda un reto digno de Daniel.


En una decisión a la que muchos entrenadores de renombre difícilmente tomarían, Daniel ha sabido dejar a un lado el escaparate publicitario “de renombre” para invertir tiempo y esfuerzo en formación juvenil de trinchera, en una batalla cotidiana contra todo tipo de obstáculos para sacar de cada jugador el mejor jugador posible pero sobretodo al mejor ser humano posible. Daniel ha involucrado a todo su equipo de trabajo que se ha dedicado “en cuerpo y alma” a dar forma a este proyecto inculcando los conceptos técnicos y tácticos que el futbol de alta competencia requiere, así como los conceptos personales y humanos que la vida en familia y en comunidad requiere. De esta manera la experiencia de grandes personajes como Mauricio González, el “capitán” Dávalos, Manuel González, Luis Flores y “chema” Higareda en la formación futbolística, y Alan Alarcón en la preparación física, están dejando profundas huellas al sur de Jalisco.
Así, doy testimonio de que este proyecto es un ejemplo del tipo de proyectos en los que verdaderamente se le apuesta al bien común. En menos de una semana fueron observados casi 1000 jugadores de la entidad para conformar diferentes grupos representativos. Aquéllos seleccionados han tenido la oportunidad de prepararse con profesores da alta calidad lo que les coloca automáticamente como candidatos para que el día de mañana puedan acceder al profesionalismo. Es justo señalar además que estos jóvenes cuentan con permanente apoyo psicológico para estimular sus actitudes de competencia, enfrentar sus diferentes situaciones de vida y, en suma, ayudarles a conocerse a sí mismos. Durante mi participación en este proyecto he procurado defender esta bandera.
En resumen, quiero resaltar que es posible desarrollar proyectos con verdadero sentido social que impliquen un impacto positivo real en la población a la que van dirigidos. Un proyecto gestado bajo la norma de beneficiar a un joven, beneficia automáticamente a su familia nuclear con la que convive en la actualidad y a la familia que conformará el día de mañana. Esto se logra si los proyectos cumplen, entre otras cosas, con dos requisitos fundamentales: que involucren la participación de expertos en la materia y que se contemple no solo la formación deportiva del joven sino sobre todo su formación como “persona” en el amplio sentido de la palabra, esto es, como individuos que juagan roles específicos en una sociedad. Después de todo, el deporte no es solo espectáculo o reflectores, ni ha de involucrar siempre fines lucrativos o económicos. El deporte también es una oportunidad de desarrollo humano, de unión familiar y de bienestar común. Cuando los que vivimos del deporte nos preocupamos por quienes lo practican fomentamos que verdaderamente "el deporte piense en la gente".

El derecho al deporte y el desarrollo humano

EL DERECHO AL DEPORTE Y EL DESARROLLO HUMANO
Psic. José Manuel Sánchez D.
 
Hace algunas semanas se acaba de publicar en el Diario Oficial de la Federación de nuestro país (México) la Ley de Cultura Física y  Deporte. Desde mi punto de vista este hecho ha marcado un precedente de gran magnitud que quiero resaltar. Cuando una actividad que actualiza las facultades humanas -a la que sólo se le atribuía un carácter opcional o incluso de ocio- pasa a ser considerada un derecho, merece la pena un comentario.

En México como en muchos otros países la actividad física ha sido históricamente considerada por las instituciones públicas como un artefacto de segunda necesidad. Esa es una triste realidad. Y es triste porque ese calificativo parece revelar la ignorancia sobre un tema a mi parecer tan trascendente como lo es el “Desarrollo Humano”. El Desarrollo Humano (DH) es sin lugar a dudas un tema amplio en la literatura psicológica contemporánea pues se le considera como uno de los fines hacia los cuales habría de dirigirse la cultura. Esta corriente de pensamiento tuvo sus orígenes teoréticos en las propuestas Humanistas a partir de los cuales se popularizaron conceptos como autoestima, potencial, superación, etc., desafortunadamente tan desgastados por su uso común y poco riguroso. En el fondo, el DH apunta a fomentar el óptimo desarrollo psicológico de una persona.
Sin embargo, aunque opino que el DH es un concepto muy útil en nuestras reflexiones psicológicas y sobretodo antropológicas, creo que es un concepto que amerita revisión por lo menos en lo que respecta a la relación que tiene con la actividad física. Ciertamente una revisión conceptual rigurosa rebasa los límites de este breve escrito, pero me concretaré solo en un par de puntos.
El primero hace referencia a “lo humano”. ¿Qué es “lo humano”? ¿a partir de qué calificamos a un objeto como “humano”? Estas preguntas carecen de respuestas sencillas, y dudo que siquiera podamos formular alguna de consenso universal. Sin embargo, sí estamos en condiciones de afirmar que “lo humano” no se refiere solamente a las percepciones subjetivas que una persona posea de sí. Ser “humano” no es solamente poseer pensamientos, sensaciones o percepciones del tipo que poseen los humanos en general, sino además poseer cuerpos, movimientos, actitudes, olores, sabores, dimensiones físicas, origen, naturaleza, formas, consistencias y demás elementos humanos. “Ser humano” es tener cabida en todas esas clases.
En cambio, parece que el DH es muchas veces entendido como el desarrollo “preferente” de cualidades de conciencia o pensamiento. Creo que esto es un error, o más bien, una concepción reductiva del “amplio” concepto de DH. Esta concepción reductiva es similar a la que apreciamos en varios reportajes a personajes públicos del espectáculo. Muchas de esas entrevistas se anuncian como “el lado humano del artista”, o frases por el estilo, y en ellas se observa al personaje en cuestión hablando de su vida privada, de su familia, de sus temores, etc. Como si su “lado humano” radicara en estas dimensiones de su vida social y en consecuencia su vida profesional sobre el escenario pasara a formar parte de otra categoría. Pero entonces, ¿no es de humanos el desempeño y talento artístico?
Para mí es tan “humano” lo uno como lo otro, las vivencias de la vida familiar como de la vida profesional. Así ocurre con el concepto de DH. Lo humano no es solamente lo que hace referencia a la “vida mental” del individuo sino a todo lo que compete a las distintas categorías que ya señalé. Para mí, es tan humano el pensamiento racional como el tener una nariz (humana),  un dolor de garganta, o un proceso digestivo.
El segundo punto tiene que ver con el “Desarrollo”. Si ya dije que “lo humano” se refiere a toda una gama de dimensiones, entonces, ¿cómo se desarrolla? Esta es una pregunta fundamental. Los procesos de desarrollo involucran el ejercicio de los elementos en cuestión y tienen como resultado su arribo a un “estado” posterior. Por supuesto el desarrollo no es solo el producto del ejercicio sino además del estado de maduración del sistema del que se esté hablando. El caso es que a partir de estas ideas, sostendré que el DH involucra indiscutiblemente el ejercicio de todo aquello a lo que hemos calificado de “humano” y ello incluye el cuerpo y su movimiento.
Opino que el movimiento es una condición necesaria e imprescindible para el DH. El DH va de la mano del desarrollo de las cualidades y capacidades psicomotrices y para mí es insostenible proponer el uno sin el otro. Mi argumento es que a través del desarrollo motor el individuo fomenta su propio DH.
Por supuesto el movimiento ocurre a lo largo de una dimensión que va de una mayor a menor expresión y  es obvio que no todos los seres humanos tenemos las mismas capacidades motrices. ¿Y qué pasa con las personas carentes de movimiento? ¿No están sujetas al DH? Pongamos un caso extremo para esta interesante cuestión. Stephen Hawking es un mundialmente reconocido científico británico. Sus investigaciones y aportes a la ciencia han sido tan sustanciales que cualquiera diría que es un hombre completamente realizado que ha logrado desarrollar al máximo su potencial. Este hombre padece una limitación motora casi total. Vive sobre una silla de ruedas incapaz de mover sus miembros, tronco o cabeza. Y sin embargo ha logrado el éxito que muchos soñarían. ¿Entonces el movimiento no es una condicionante para el DH?
De acuerdo a los datos que poseo, el Dr. Hawking no nació en esa condición de inmovilidad. Fue perdiendo las funciones en el curso de su crecimiento, por lo que entonces el desarrollo de muchas de sus cualidades racionales y afectivas podrían atribuirse a su movimiento temprano. De hecho, opino que gran parte de sus bases intelectuales fueron establecidas en sus primeros años y que no hubiera sido “el mismo” científico prolífico si de nacimiento hubiera padecido su enfermedad. Por lo menos no me parece una hipótesis tan descabellada. Pero además aún en su progresiva incapacidad corporal ha logrado mantenerse móvil por lo que después de todo el movimiento no se ha excluido de su vida. El Dr. Hawking ha sido un activo profesor y conferencista que va de un lugar a otro y eso le permite seguir estimulando de manera constante sus áreas corticales sensoriales. Entonces, aún a costa de su inmovilidad muscular, ha continuado su “ejercicio cerebral”. De esta manera, opino que un personaje como el Dr. Hawking no está exento a su necesidad de movimiento sino que solamente ha suplantado el  movimiento que su cuerpo no genera por movimiento externamente generado. 
En un individuo que posea un sistema músculo-esquelético funcional, la necesidad de movimiento es obvia. Los músculos, las articulaciones, y los circuitos neurales necesitan ejercitarse. Y es tal ejercicio el que fomenta el equilibrio del sistema: nos movemos para conseguir nuestro alimento, para abrigarnos, para evacuar desechos, etc. Pero más aún, el movimiento también “alimenta” y actualiza la noción que un individuo construya de sí mismo.  No nos evaluamos de la misma forma a nosotros mismos si nos sabemos capaces o incapaces de intentar dar un salto, caminar, correr, luchar, sostener, etc. Por supuesto, el sabernos capaces de  valernos por nosotros mismos ("motrizmente" hablando) nos acarrea una sensación de mayor bienestar y conformidad.
Por lo tanto, opino que el movimiento y su manifestación a través de actividades organizadas y reguladas como el deporte es un mecanismo imprescindible para el desarrollo del individuo. El deporte permite una oportunidad maravillosa de autodescubrimiento y de autovaloración. Resulta por demás alarmante, que apenas hasta este siglo consideremos que los ciudadanos tenemos DERECHO a actividades de este calibre. Pero como reza el dicho, “más vale tarde que nunca”. 

Futbol: ¿un juego de resultados que se esperan?

FUTBOL: ¿UN JUEGO DE RESULTADOS QUE SE ESPERAN?
José M. Sánchez D.
 
Uno de los aspectos que favorecen la subsistencia de un grupo social humano es el hecho de que las personas nos ajustamos a ciertos patrones en nuestro comportamiento. Por “patrón” me refiero a la regularidad que podemos identificar en la forma de comportarse de un individuo, esto es, a sus formas habituales de reaccionar ante los sucesos de la vida. De manera general, podemos afirmar que ante circunstancias parecidas una misma persona se comportará de manera también parecida por lo cual, una vez identificado el patrón característico de cada quien, la forma de reaccionar de un individuo ante un evento particular es más o menos predecible. Así, puesto que podemos pronosticar de antemano con cierto grado de éxito el comportamiento de las personas con quienes vivimos, y al mismo tiempo puesto que ellos pueden pronosticar también con relativo éxito nuestro propio reaccionar, entonces es posible la convivencia comunitaria.

No obstante, también es cierto que el comportamiento humano no puede ser pronosticado con absoluta certeza. Es común sorprendernos  cuando algún conocido nuestro realiza alguna acción inesperada que no se ajusta a lo que nosotros esperaríamos ver en esa situación. En tales casos nos damos cuenta con agrado que no somos robots programados de antemano y que nuestro comportamiento no se sujeta a una regularidad absoluta como para anticiparlo detalladamente con un 100 % de confiabilidad.

En el deporte también ocurren fenómenos que podemos calificar como “patrones” de manera semejante al comportamiento individual. Es común observar, por ejemplo, que el Barcelona juega de determinada manera la cual es diferente al juego del Chelsea, o que “Rafa” Nadal tiende a realizar ciertas acciones cuando va abajo en el set o cuando va superando al rival de manera cómoda.

Así mismo, es de todos conocido que en el futbol dichos patrones son más bien caprichosos y que precisamente “todo puede suceder” una vez que la competencia ha iniciado. Por lo tanto, ¿es el futbol una situación compleja en que todo es cuestión de azar una vez que la pelota rueda o tienen mayor injerencia en el resultado final los patrones a los que se sujetan los jugadores y los equipos en su conjunto?

En los últimos días han ocurrido dos eventos con equipos del futbol mexicano que capturan perfectamente el dilema anterior. El primero de ellos fue la final del Campeonato de Liga disputada por los equipos América y Cruz Azul. En el primer partido de la final, el Cruz Azul obtiene la victoria jugando de local con un gol de diferencia, a partir de lo cual se “encamina” como campeón del torneo. Esta tendencia parece verse favorecida luego que en el segundo partido (esta vez en el monumental estadio Azteca) el Cruz Azul anota nuevamente un gol en el primer tiempo y el América se queda con 10 hombres luego de la expulsión de uno de sus volantes.

Si analizamos esta situación de manera global, podemos decir que en este momento se cumple un patrón que toda la afición de ambos equipos es capaz de detectar: un equipo que en la final de torneo supera al rival con un marcador global de 2-0 tiene mayores probabilidades de ganar, más aún si el rival tiene inferioridad numérica. Por esta razón (el detectar este patrón) la afición de Cruz Azul se va al descanso con la “confianza” de que todo marcha sobre ruedas y la del América con la “decepción” de que  sus sueños de campeón se desvanecen poco a poco.
Para acentuar aún más la percepción de este patrón, diremos que la situación en el marcador no cambió aún pasados 88  minutos del juego. A estas alturas la afición del América comenzaba a desalojar el inmueble “resignada” a pagar las apuestas y sobretodo a soportar las burlas de toda una semana y la frustración del “no se pudo”.

Pero de repente vino una brusca alteración al patrón de eventos que se había gestado durante 88 minutos y una clara “violación a la lógica” de los espectadores. El América anota su primer gol del partido y el segundo en tiempo de compensación. Por si esto fuera poco, el anotador del segundo gol es el portero que sumado al frente se lanza en un tiro de esquina y anota logrando su remate ¡con la cabeza!


Esto altera todo pronóstico que el más optimista americanista –incluido su eufórico presidente-  pudo haber realizado dos minutos antes del segundo gol. El gol anotado de cabeza por el portero en tiempo de compensación parece rebasar toda lógica simplemente porque las probabilidades de tal hecho parecían simplemente mínimas si no es que nulas. Pero a partir de ese momento la situación da un giro de 180° y ahora se conforma un nuevo patrón, el del equipo que de ir 2-0 abajo en el marcador alcanza al rival. Reza el adagio que en tales circunstancias: “caballo que alcanza…gana”.  Y eso fue lo que pasó en la tanda de penales.



¿Tiene sentido lo que vimos esa noche? ¿Se ajusta a la lógica del futbol? Antes de responder lo anterior pasemos a un segundo e ilustrativo ejemplo.

El equipo “Xolos” de la ciudad de Tijuana avanza en su paso por la copa Bridgestone Libertadores 2013. Ahora le toca enfrentar al equipo Mineiro de Brasil que cuenta en sus filas nada menos que con un Ronaldinho aparentemente pasado de peso pero que conserva la clase de quien parece haber nacido para este deporte. En el primer partido se ha dado un empate a dos goles y ahora toca ir a jugar a Brasil. Un pronóstico inicial apunta al local Mineiro como favorito por el simple hecho de jugar en casa, puesto que existe el patrón de que los equipos que juegan de local tienen mayores probabilidades de ganar.

Pero aquí comienzan una vez más los caprichos del futbol. El equipo de Xolos se va al frente en el marcador y “mueve la balanza a su favor”. Ahora es el que tiene las posibilidades de avanzar y descalificar a su rival. Pero Mineiro anota minutos más tarde y nuevamente se coloca como el favorito para pasar a la siguiente ronda. Esta tendencia se acrecienta cuando se llega al minuto 90.

Entonces viene lo “inesperado”. Penal en contra de Mineiro que automáticamente le da la posibilidad de realizar la hazaña al visitante Xolos. Las probabilidades de que un árbitro decida marcar un penal en contra del equipo local en tiempo de compensación de un torneo internacional son mínimas pero en este caso parecen no ser tomadas en cuenta. El penal se marca. El jugador de Xolos, quien por cierto fue el mismo jugador que en ese partido había anotado el primer gol, se acerca a golpear la pelota y…¡falla!



¿No existe la lógica en el futbol? ¿Cómo explicamos estos cambios drásticos ocurridos en cuestión de minutos que cambian a su antojo los estados de ánimo de los espectadores? ¿Simplemente el resultado de un partido es impredecible?

Como lo dije al principio, el comportamiento individual no se puede predecir con absoluta certeza por lo que parece lógico suponer que el comportamiento colectivo tampoco lo sea. Si dejamos caer un balón de futbol en cierto lugar del campo de juego y luego lo dejamos caer en otro lugar del mismo campo el bote del balón será diferente. Si algo tan simple no se repite con regularidad absoluta, ¿por qué habríamos de esperar que el comportamiento humano de cualquier jugador fuera completamente regular y predecible? Ciertamente no están tan equivocados los que afirman que una vez que rueda la pelota “puede ocurrir cualquier cosa”.

Sin embargo, contrario a lo que podría pensarse con el presente análisis, el fútbol no es solo cuestión de azar o de suerte. El futbol es un fenómeno de comportamientos humanos (sociales) y los fenómenos de la naturaleza (incluidos por supuesto los humanos) no son arbitrarios ni caóticos, más bien ordenados. Si la vida fuera un caos (sin orden o regularidad) seguramente se habría extinguido desde hace muchos años. En el futbol ocurre algo parecido. El futbol no es un fenómeno caótico sino que efectivamente se somete a patrones y regularidades. El punto a subrayar aquí es que dichas regularidades no son absolutas o lineales. Esto es, el futbol no se apega a las reglas del tipo: “si ocurre tal cosa entonces ocurrirá tal otra”. La vida misma no ocurre de esa manera. Más bien en el futbol –como en la vida- operan reglas del tipo: “si ocurre tal cosa entonces probablemente ocurrirá tal otra”.

En resumen, lo que afirmo es que el futbol y cualquier deporte es un juego de probabilidades. El comportamiento humano individual también lo es. Pero eso no significa que pueda ocurrir cualquier cosa en cualquier momento. Lo que va ocurriendo en cada acción del juego ocurre porque, si lo analizamos a detalle, se conjugaron las condiciones para que ese resultado fuera el más probable. Por esta razón, el futbolista no debe apegarse solo “a su suerte” Por el contrario, debe de prepararse para que si se presentan las circunstancias durante el partido él pueda afrontarlas de manera de que sea más probable que obtenga de ellas el máximo beneficio. Después de todo, no somos únicamente víctimas de nuestras circunstancias. 

UN POCO, PERO DE MUCHA SUSTANCIA

Por: José Manuel Sánchez D.
El día de ayer leí una entrevista que me dio mucho en qué pensar y reflexionar, que por cierto son dos costumbres de las que deberíamos sacar todo el provecho a diario. La entrevista en cuestión apareció en una página web deportiva y me permití adjuntar el link en mi cuenta de facebook así que queridos lectores pueden localizarla ahí.
En esta entrevista el D.T. Daniel Guzmán habla del proceso que inicia en la dirección técnica del Club Puebla de nuestra liga de fútbol nacional. Aunque los que nos apasiona el deporte podamos leer multitud de entrevistas a diario, para mí lo más sustancial es, valga la redundancia, detenerse justamente en lo esencial del mensaje del entrevistado (o como diría mi querida mamá: en la “sustancia”).
Si sabemos leer con detenimiento nos daremos cuenta que a lo largo de una entrevista pueden aparecer mensajes trascendentes dignos de degustación intelectual. Daniel no es la excepción. Para no extenderme demasiado me concentraré en cuatro ideas que merecen mención.
Primero.- Daniel sugiere ir a lo básico, a los fundamentos, al “A,E,I,O,U”. No debemos olvidar que el deporte es una manifestación excelsa de las cualidades psico-motrices y capacidades físico/coordinativas de un atleta, exhibidas en situaciones de apremio. El resultado es un desempeño tan complejo que en ocasiones puede “distraer” la atención de un entrenador en el sentido de querer enfocar el trabajo inmediatamente hacia la excelencia. Obviamente la “excelencia” ha de ser una de las metas del entrenamiento, pero NO EL PUNTO DE ARRANQUE. Para hacer las cosas “muy bien” primero hay que hacerlas “bien”, y antes de poder hacerlas “bien” hay que “poder hacerlas”, y antes de “poder hacerlas” hay que por lo menos “intentarlas”. Por ello, Daniel nos proporciona un gran mensaje: los cimientos siempre sostienen al edificio.
Segundo.- Se dice en la entrevista que “en dos días no es posible que cambie toda la mentalidad del jugador”. Cuánta certeza hay en ello. Los procesos “mentales” o “psicológicos” o “psíquicos” son ante todo eso: PROCESOS. No existe proceso que sea inmediato, mucho menos una modificación en el modo de comportarse o de reaccionar de un ser humano, jugador o no. Modificar un proceso psicológico es una labor de paciencia, tacto y sobretodo de tomar las decisiones acertadas en su trato diario en cancha, en vestidor o donde sea.
Tercero.- Daniel afirma que “respeta mucho a este equipo”. Esto debería de ser el requisito número para aspirar a cualquier puesto de trabajo: RESPETAR EL LUGAR DE TRABAJO. Veámoslo así: cuando respetamos a una persona querida, nos esforzamos porque esté bien, no la ofendemos, la protegemos, estamos cerca, aprendemos de ella, etc., porque el respeto hace que en nuestro esquema de valores esa persona ocupe un lugar especial. Ello también aplica para un equipo o Club. Cuando se respeta un equipo no se toman las cosas a la ligera sino que se hacen de verdad con esmero. Es la muestra de que el Club no es solo un trabajo, o como dirían algunos: “una chambita”. Es un compromiso, y eso es algo que desafortunadamente no se ve a diario.
Cuarto.- “Ahora soy entrenador 24 horas y cuido todos los aspectos a fondo”. Bien dice el refrán: “el que tenga tienda que la atienda”, lo cual se traduciría al ámbito futbolístico más o menos así: “el que tenga un equipo que planee, entrene, diseñe, se prepare, improvise, organice, viaje, apunte, ajuste, corrija, enseñe, corrija otra vez, consienta, regañe, apapache, corrija una vez más, se desvele, ría, grite, etc., etc., etc., … y corrija”. Las grandes responsabilidades implican gran dedicación, y la dedicación exige tiempo. Es como viajar en una nave espacial de la NASA al planeta Marte con la misión de transportar al robot Curiosity. No puedes darte el lujo durante el viaje de ser astronauta medio día y luego tomarte la tarde para ver cómo se aprecia la tierra sin ti. Debes de ser astronauta las 24 hrs. del día y atender el curso de la nave, la comunicación con la NASA, el funcionamiento del robot y, por si fuera poco, atender tus necesidades y las de tus compañeros. Vaya viaje, ¿no crees?
En resumen de todo esto, creo que la disposición es el primer paso para aprender. Una “simple” entrevista puede dejarnos grandes enseñanzas si sabemos detectar lo importante o incluso “leer entre líneas”. Sé que los mensajes que Daniel comparte son producto de su propia historia que sigue escribiendo y que seguramente le sacarán adelante en esta gran aventura.
Afortunadamente no solo su costal es fino, sino también el material con que lo llenará y los cargadores que, desde la cancha, a sol y a sombra, le ayudan a levantarlo cada mañana.